Viernes 6 de Mayo
Gracias a
FUDECI, al Grupo de Especialistas de Cocodrilos en Venezuela, al Krokodille Zoo y al Hato Masaguaral se han hecho esfuerzos para recuperar la población
natural del Crocodylus intermedius (el
Caimán del Orinoco) que gracias a la demanda de su piel fue llevado al libro
rojo donde se encuentra como especie amenazada.
Uno de los esfuerzos más notables es el de criar a los pequeños cocodrilos hasta que alcancen un tamaño adecuado, luego de 1 año
de crianza están listos para ser reintroducidos en su hábitat.
Fuimos con el
equipo de Río verde para poder documentar la liberación; así que salimos de
Caracas hacia el Hato Masaguaral en el estado Guárico y llegamos empezando la
tarde.
Pude ayudar en la captura de los juveniles que estaban dentro de las
grandes jaulas con piscina que habían sido su hogar hasta ahora, les colocamos
adhesivo en los ojos para reducir su estrés y cerrando sus mandíbulas para que no se
lastimaran en el transporte.
Los jóvenes
cocodrilos tienen 2 números de identificación, uno que se les coloca justo
después de que eclosionan y otro al momento de su liberación, los cuales
permiten tener un control de cuántas hembras, cuántos machos hay y de que
tamaño se encuentran al momento de la liberación; para eso se revisaron y se
midieron uno a uno los casi 200 individuos.
Tuve la
oportunidad de conocer a muchas personas que estaban participando en el proyecto
y fue muy lindo.
Pude ver de
cerca a la madre que aún cuidaba el nido del cual ya habían recolectado los
huevos, con el cuidado de mantener la misma posición en la que estaban en el
nido para no alterar al embrión.
Luego vi las incubadoras que mantenían el
calor y la humedad justas para poder obtener cantidades equitativas de machos y
hembras, porque si la temperatura es menor a 32 grados centígrados o unos
grados mayor en la nidada se van a obtener hembras en su totalidad. Me
enseñaron a revisar cuándo el nido está listo, que ha cumplido su tiempo de
incubación: cuando se está llegando a la fecha en la que van a eclosionar se
golpea un poco la arena que cubre los huevos (que están enterrados a 30cm de
profundidad) y si se oyen los llamados de los juveniles se retira la arena para
ayudarlos a salir.
Una vez que eclosionaron (que salieron de sus huevos) se les
coloca una identificación en la pata posterior que indica cuál es la madre y
ayuda a tener un control.
A continuación
vi el lugar donde tenían a los cocodrilos recién eclosionados que miden 30cm,
muy lindos e indefensos. En la naturaleza serían presa fácil de garzas,
garzones y cualquier otro animal que pueda apreciar un bocado de este tamaño.
Luego de
crecer un poco, los pequeños cocodrilos pasan a unas piscinas donde esperarán un
año hasta alcanzar el tamaño apropiado para poder ser reintroducidos en su
hábitat natural.
Luego de capturarlos
y de distribuirlos en unas jaulas plásticas clasificados por tamaño para que
quedaran cómodos, los cargamos en la camioneta y nos fuimos al campamento para
armar nuestras hamacas, evadir la plaga que abundaba, comer, conocer algunos
perritos y descansar para el viaje del día siguiente que duraría 12 horas
supuestamente.
Sábado 7 de mayo
Un pájaro
cantó en la madrugada y me desperté temprano. Los mosquitos no me picaron
porque le coloqué repelente a mi hamaca por fuera. Recogí mis cosas rápido para
no retrasar a los demás y mientras esperaba a que ellos terminaran de guardar
sus cosas me hice amiga de uno de los perritos del lugar; eran muy desconfiados
pero logré ganar su confianza y luego se pusieron muy cariñosos conmigo.
Algunos tenían fuertes cicatrices que les habían hecho los cochinos salvajes
que merodean por el lugar.
Salimos
temprano y nos detuvimos a desayunar en un puesto de arepas fritas al cual yo
no le tenía mucha confianza… no sé si por el agua estancada que había en el
borde de la acera, o porque las mujeres manejaban el dinero y las arepas casi
simultáneamente entre otros detalles, pero valientemente nos comimos un par de
ellas (bueno, yo sólo me comí una la verdad).
Casi huyendo del
lugar continuamos nuestro viaje deteniéndonos en todos los puntos de control
para que revisaran los papeles de la autorización para la liberación. Con
algunos de los comentarios de los oficiales y militares me di cuenta de la
importancia de educar a las personas sobre la conservación de especies tan
emblemáticas y tan importantes para el ecosistema como el Caimán del Orinoco
(que en realidad es un cocodrilo, pero que Humboldt una vez los llamó caimanes
y así se quedaron de manera popular).
Cuando
llegamos a Elorza debíamos esperar en la comisaría a que abrieran la estación
de gasolina. Eran las 4pm y aún quedaban más de 100km por recorrer, pero no por
un camino asfaltado, sino por la sabana.
Arrancamos de
nuevo pero algunos de los carros no estaban acondicionados para ese tipo de
terreno y el grupo iba muy lento, así que pedimos las coordenadas y decidimos
adelantarnos junto a otro carro porque estábamos muy cansados y apenas empezaba
nuestra larga travesía.
Siguiendo la ruta que nos marcaba el GPS empezamos a
adentrarnos en la sabana de Apure durante el atardecer, inmensa y hermosa.
Recorrimos caminos largos y poco marcados hasta que de repente vimos a los
demás, a lo lejos por un camino muy separado al nuestro; nos estábamos
separando cada vez más pero nuestro GPS decía que íbamos sobre a ruta correcta
así que decidimos continuar.
Seguimos avanzando
de noche; apenas se veía de la sabana lo que podían alumbrar los faros de la camioneta, a veces debíamos
retroceder un poco para volver a tomar el camino correcto ya que las marcas de
cauchos anteriores eran muy leves y se confundían con el resto de la sabana
Apureña. No se veía nada, sólo las luciérnagas y el cielo lleno de estrellas,
despejado, muy hermoso.
A las 7:30pm
nos encontramos con el río Capanaparo que, según el camino que había trazado el
GPS, debíamos cruzar, así que nos acercamos a la orilla y corrimos con la
suerte de que había una chalana con su operador. Montamos los carros en el bote
y cruzamos el río ambos carros por separado y lentamente.
Del otro lado
del río se complicó más el camino, nos topamos con una laguna y cuando la
pasamos el agua nos llegó al parabrisas junto con unos pececitos que saltaban
sobre el capó (esto me causó mucha gracia porque realmente estábamos en el
medio de la nada). Pasamos y seguimos rodando por la sabana para encontrarnos
con otra laguna y un puente que iba a ayudar a pasarla pero que estaba en
construcción. Luego de chequear a pie la profundidad de la laguna decidimos
pasarla, pero nos quedamos atascados!
El agua se
empezó a meter por debajo de la puerta y todos nos recordamos del caimán que
saltó al agua cuando llegamos al puente. Subimos todo el equipaje al asiento
para que no se mojara de barro mientras enganchaban la camioneta a la otra que
estaba en tierra firme para asistirnos. Luego de un par de minutos logramos
retroceder al punto de inicio, pero no podíamos devolvernos, la ruta del GPS
nos decía que era hacia delante así que decidimos intentarlo de nuevo, pero nos
quedamos atascados otra vez. Nos asistieron y salimos; lo volvimos a intentar y
por tercera vez el agua con barro se metía bajo la puerta; nos volvieron a
asistir y replanteamos el cruce de la laguna y logramos pasarla separándonos un
poco de las huellas que habíamos formado bajo el agua. Por suerte nos siguió la
otra camioneta sin dificultad.
Continuamos
nuestra travesía nocturna recorriendo caminos, retrocediendo y recuperando la
vía por horas, todos atentos a los caminos que se abrían y que podían coincidir
con la ruta que nos marcaba el GPS. Nos encontramos con otra laguna causada por
la inundación de la sabana de la cual no veíamos el final (como las lagunas
anteriores) ésta continuaba más allá de las luces de la camioneta y se extendía
hasta perderse de vista, pero coincidía con la ruta que veíamos en pantalla. Luego
de verificar la profundidad con un breve paseo a pie se tomó la decisión de
atravesarla. Estaba un poco nerviosa y emocionada al mismo tiempo, era una
aventura!
Pasando la
laguna saltaron otros pececitos sobre el parabrisas del carro y por unos
segundos quedamos completamente a oscuras cuando el agua cubrió los faros, pero
fue emocionante cuando salimos y la logramos atravesar por completo.
Continuamos
recorriendo la sabana inmensa tratando de encontrar nuestro punto de encuentro
pero los caminos eran confusos, se entrecruzaban, algunos atravesaban haciendas
y hatos, eran cortados por rejas nuevas y atravesamos algunos caseríos indígenas
cuyos habitantes salían en el medio de la noche para vernos.
Yo estaba tan
cansada que los brincos que daba el carro ya no me mantenían despierta y de
repente llegamos de nuevo a un gran río que debíamos atravesar, pero eran casi
las 12 de la noche y no había ninguna embarcación que nos ayudara a cruzar.
Decidimos
acampar ahí en el medio de la sabana. Había una casa (o un caserío, no lo veía
bien porque estaba oscuro) con un patio, un samán y un techo sin paredes donde
todos colgaron sus hamacas (sin consultar a nadie, porque no había nadie a
quien consultar). Mientras sacaba mis cosas de la maleta escuché unos pasos
detrás de mí y cuando volteé había un rebaño de vacas pasando justo al lado. Me
acosté en la carpa de techo de la camioneta y el resto de mis compañeros
durmieron en las hamacas. Estábamos tan cansados que nos dormimos casi de
inmediato.
Domingo 8 de mayo
A las 4:45am me
despertó el sonido de una vaca que tenía un tono diferente a los que venía
escuchando desde el día anterior y un perro ladrando hizo que me asomara para
ver, con la poca luz que había, una sombra humana que trataba de caminar
apurada pero en silencio. Una persona había pasado por detrás de las camionetas
y había entrado en el patio en donde se reunió con otras 6 sombras que estaban
en la oscuridad, hablando bajo, pero no en español.
Me asusté un
poco y quería avisarle a los demás pero no sabía cómo. Activé la alarma de mi
celular pero ninguno la escuchó, de repente las personas se fueron, no se veían
ni se escuchaban. Esperé hasta el amanecer y que los demás se despertaran para
salir; todo estaba bien. En el caserío habían unas mujeres muy simpáticas y nos
trataron muy bien. Nos apresuramos en recoger nuestras cosas para salir de
nuevo ya que queríamos llegar a tiempo a la liberación de los cocodrilos que
iba a realizar el resto del equipo que no veíamos desde el día anterior.
La ruta que
marcaba el GPS decía que debíamos cruzar el río y tuvimos que buscar al
conductor de la embarcación para que nos cruzara al otro lado. Cuando le
comentamos el lugar a donde íbamos se rió muchísimo, pues el río que estábamos
a punto de cruzar era el mismo que habíamos cruzado ayer…
El día anterior
estábamos en la orilla correcta, pero según el GPS debíamos cruzar el río y
ahora cruzarlo de nuevo para estar en esa misma orilla… fue confuso y nos dimos
cuenta de la cantidad de tiempo que perdimos atravesando la sabana sin
necesidad y el señor estuvo riendo de nosotros todo el cruce.
A mí me pareció
gracioso pero teníamos la preocupación de no llegar a tiempo a la liberación,
así que empezamos de nuevo a recorrer la sabana atravesando grandes
inundaciones buscando la casa donde se había quedado el resto del equipo.
Cruzamos puentes, pasamos varios rebaños de ganado, varias zonas colmadas de
agua, lagunas, incluso unas dunas de arena hasta que por fin vimos una antena
que debía pertenecer a una casa y hacia allá apuntaba el GPS.
Nos apresuramos
y vimos los carros de nuestros compañeros… pero no todos los carros! Ya habían
salido a la liberación! Pero… hacia dónde era? No teníamos ni idea.
Alguien salió
para avisarnos que habían salido hace rato y sin darle opción lo montamos en la
camioneta para que nos guiara. No era cerca y el camino era muy difícil pero lo
recorrimos con determinación y sin perder el ritmo.
Empezamos a
ver el río y poco a poco los carros del resto del equipo aparecían entre los
matorrales.
Con un nudo en
es estómago nos apresuramos más para poder ver que aún no los habían liberado!!
Fue increíble! Ya los habían sacado de las jaulas pero estaban dando una rueda
de prensa previa a la liberación.
Estuvimos más
de 12 horas perdidos pero logramos llegar justo a tiempo. Todos estaban
preocupados por nosotros porque no había señal pero se alegraron al ver que
estábamos bien y que lo habíamos logrado a tiempo.
De verdad que
disfruté mucho ese momento al ver tantas personas trabajando juntas para el
bienestar de estos animalitos fue hermoso.
Tomé uno de
los cocodrilos y con cuidado le quité la cinta adhesiva que le protegía sus
ojos, fue lindo ver cómo su tercer párpado se retraía y sus globos oculares
regresaban a su posición sobresaliendo del cráneo. Era la primera vez que sus
ojos observaban ese lugar y su liberad.
Sostuve su
boca mientras retiraba la cinta elástica que la mantenía cerrada durante el
transporte… qué alivio! Lo acerqué al agua y lo liberé retirando rápidamente
las manos, y se quedó ahí por unos segundos, procesando que ya no estaba en la
jaula, sino en el agua con un poco de corriente, y en un parpadeo se sumergió.
“Hoy día de
las madres les devolvíamos sus hijos a la madre naturaleza” fue un pensamiento
muy lindo que me comentaron ese día.
Todos
participamos en la liberación y fue una experiencia hermosa ver a esos
pequeñines aventurándose a un futuro que ya no es tan incierto.
Logré
entrevistar a Cecilia de Blohm y hablé con ella un rato, es MUY simpática, me
recuerda mucho a mi abuela (eran amigas) y de verdad que es un ejemplo de mujer
para mí. Caminábamos agarradas del brazo como grandes amigas y me contagió su
energía tan maravillosa.
Terminó la
liberación de los cocodrilos y nos devolvimos hacia la casa del hato por aquel
camino lleno de barro, disfrutando de los alcaravanes y garzas que salían
volando (de fondo musical habían canciones llaneras).
Llegamos al hato
y preparamos una pequeña parrilla para disfrutar del momento y compartir, pero
no por mucho tiempo porque debíamos regresar a Caracas (ya que al día siguiente
en la mañana yo tenía que dar clases). Salimos todos juntos y al poco tiempo de
recorrer la sabana en ese día tan hermoso vimos un venado corriendo con su
colita en alto… y más adelante uno de los carros se accidentó. No arrancaba y
mientras tanto paseé y vi las huellas de otro venado que había pasado por ahí.
El carro
encendió y todos celebramos, pero varios metros más adelante volvió a fallar, y
esta vez no se veía solución.
Eran las 10am
y una parte del equipo trataba de arreglar el carro mientras los demás lo
acompañábamos. Menos mal que esto ocurrió después de la liberación y no antes!
Ya que el carro afectado era el que llevaba las jaulas de los juveniles.
Había una zona
inundada y yo quería meterme pero no quería mojar mi ropa. Hubo un rato de
decisiones en el grupo y finalmente concluyeron que era mejor remolcar el carro
algunos metros hasta la casa del hato que llevárselo a Elorza que quedaba a
100km.
El carro en el
que yo iba se llevó al otro remolcado hasta el hato, pero no estaba atenta y
dejé mi franela manga larga dentro de él y me quedé en pleno sol de las 11 de
la mañana con un cielo muy despejado en franelilla. Por suerte tenía mi
sombrero pero hacía mucho calor.
Para pasar el
rato mientras iban y venían los carros, Tomas Blohm sacó su cuatro y comenzaron
a cantar, fue muy lindo.
Estaba
caminando en le borde de la pequeña laguna pensando en meterme o no, me eché
agua en los brazos para refrescarme un poco y luego dije -ay… que más da! Seguro me iré y estaré
arrepentida de no meterme- Me recogí el borde de los pantalones, me quité los
zapatos y empecé a caminar sobre el pasto inundado… Qué buena sensación!! La
grama pasaba entre mis deditos y era muy divertido, lo disfruté muchísimo y
creo que los demás se dieron cuenta de ello porque empezaron a meterse también.
Estuve mucho tiempo ahí hasta que llegó el carro de nuevo. Cuando salí de la
laguna Cecilia me comentó que fue muy lindo lo que causé cuando me metí en el
agua y cuando los demás se incorporaron fue mas lindo todavía.
Arrancamos por
la sabana y por la hora ya sabía que no íbamos a llegar a Caracas a tiempo, así
que no me preocupé más… pero no tenía señal para avisar, y mientras recorríamos
ese largo camino de regreso a Elorza disfruté mucho del paisaje porque habían
zonas inundadas, la sabana reverdeciendo y un cielo azul hermoso.
Llevábamos un
buen ritmo cuando el carro que estaba delante de nosotros se detuvo y nos hizo
señas para que nos paráramos. El pasajero se baja del carro, se acerca al
nuestro, se agacha, y recoge algo que estaba cerca de las ruedas: Era un
morrocoy bebé! Muy hermoso, de poco tiempo de haber salido de su huevo
(eclosionado) porque aún tenía la protuberancia en la nariz que usa para romper
el cascarón y que luego es eliminada. Ahí en la sabana es muy raro verlos
porque de ese tamaño son presa fácil. Decidimos llevarlo a un lugar más seguro
para que pudiera alcanzar un tamaño con el cual pueda defenderse.
Ver a tantas
personas involucradas en este tipo de acciones fue muy hermoso, porque te das
cuenta de que sí hay interesados, sí hay dolientes, sí se están realizando
esfuerzos por conservar nuestra biodiversidad tan delicada y tan valiosa, en
especial de un animal tan simbólico y tan arraigado a nuestro folklore como lo
es el Caimán del Orinoco.