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miércoles, 1 de marzo de 2017

En Busca del Jaguar. Brasil 2016



Brasil 2016
28 de mayo hasta el 8 de junio






28/5/2016

Poco pude dormir esa noche antes de salir, no solo por los detalles que faltaban por resolver sino por la ansiedad de viajar a un país nuevo para mí.

Salimos de Caracas a las 4:14 am para llegar al vuelo de las 6 am hacia Barcelona, Puerto la Cruz. Tenía muchos nervios por los boletos y esos segundos de confirmación fueron eternos pero finalmente exhalé esa angustia cuando ya los tuve en mi mano. Pasé el chequeo muy rápido ya que la chica nos dijo que estaban abordando, casi corrí hacia la puerta asignada pero no había movimiento, el vuelo estaba retrasado.
Esperamos un rato y luego me monté en el avión; a mi lado se sentó un chico de grandes volúmenes pero le dije que no se preocupara cuando me tropezara porque me di cuenta que realmente es difícil usar espacios tan pequeños y estar cómodo.
Mientras el chico de al lado se ponía cómodo para dormir yo leí en la revista del avión un artículo que escribió mi papá sobre la cueva. Tenía mucho sueño y cuando ya me estaba quedando dormida llegamos.

El aeropuerto de Barcelona queda como a 40 minutos de Caracas; es pequeño y llegamos temprano, como a las 7am, lo cual quería decir que aún no podíamos pasar a hacer el chequeo hasta las 11am que abrían. Por suerte me llevé un libro que me recomendó mi papá: Canaima, muy poético, me atrapó en seguida. Comí cambures deshidratados, una empanada, cargué mi celular, seguí leyendo y el reloj parecía estancado; almorcé, comí más cambures, seguí leyendo, di unas vueltas por el aeropuerto (habían obras de arte) y cambiaron la hora de apertura para las 12, para la 1, para las 2 pm y ahí entramos; chequearon mi morral y el chico fue amable y simpático. Luego pasamos a hacer la cola más corta y lenta que he hecho (se parecía a la cola que había hecho para sacarme el pasaporte que aún no me habían entregado, en la cual duré 7 horas)
Poco a poco, centímetro a centímetro avanzamos hasta que llegué para chequear mi pasaporte; la chica escribió en la computadora y se movía acostumbrada a la rutina hasta que hizo una pausa para ver de nuevo el monitor y me dijo: Este pasaporte está anulado.
-¿Tienes alguna solicitud abierta?-
Ahora recordaba la solicitud que había hecho, pero hasta hace un par de días no estaba anulado éste… vino la pregunta clásica: -¿Cómo hacemos?-

Yo estaba sola, en Barcelona, sin dinero, con el pasaporte anulado y con alguien esperándome en Brasil para buscarme… ¡Que problema!
Puse cara de preocupación, molestia e indignación por la ineficiencia de los servicios Venezolanos, y por suerte hay un convenio entre algunos países del Sur a los cuales puedes viajar con tu cédula de identidad y Brasil estaba entre ellos.. ¡Genial!
Logré pasar otro chequeo muy lento que iba a ser bolsito por bolsito pero el señor se fastidió y me dejó continuar; pasé los rayos X y fui a la puerta de embarque a esperar… a que mi celular agarrara señal! Di vueltas por toda la sala hasta que dentro del baño me llegaron todos los mensajes. Logré avisar mi situación y que todo estaba bien, me compré unos caramelos y de repente en un tropiezo siento un diente más corto… se me cayó una resina de un incisivo central inferior, pero fue gracioso.
Esperamos y varias personas se me acercaron (cuando estaban haciendo la cola para embarcar a Guayaquil) diciéndome:
-¿Tu no ibas a Guayaquil? Yo pensaba que ibas a Guayaquil-
Por lo menos 3 personas me dijeron lo mismo. Y ahí conocí a Maigüalida, un personaje extraño que sospechosamente y en voz baja me preguntó:
-¿Tú vas a Brasil?-
Y mientras me veía asomando sus ojos por debajo de la gorra, esperando mi respuesta, yo no podía dejar de ver el delineador que tenía en el párpado inferior (¿era azul metálico? ¿plomo? ¿verde?) y le dije que sí, que iba para allá, a lo cual se contentó y cambió su expresión corporal por un momento para celebrarlo, pero sólo un momento porque volvió a asumir su actitud sigilosa y me preguntó:
-¿Vas por el cupo?-
Yo me quedé pensando en aquel cupo que se me había olvidado por completo en el que el gobierno te asigna una cantidad limitada de dólares para viajar por un precio menor, y muchas personas lo usan para “rasparlo” se van de viaje, sacan el dinero en efectivo y lo revenden.
Mientras pensaba todo esto mi cara de despistada arrepentida le dio a entender que se me había olvidado por completo y empezamos a hablar; bueno, mas que todo era ella haciendo preguntas y yo respondiendo todo muy por encima y aprovechando la cara de “despistada” que tenía toreé todas las peguntas con “Voy a visitar a un amigo que me invitó, él me busca allá pero no se a donde vamos exactamente, me dijo pero se me olvidó”
Sin embargo surgió una pequeña y extraña amistad, ya que ambas viajábamos solas.
Pasaba el tiempo en esa gran sala de espera que estaba ocupada apenas en un 5% por los que íbamos con destino a Manaus hasta que nos llamaron a todos para organizarnos para abordar, y justo cuando la batería del celular empezaba a agotarse.
Nos quedamos de pie las 20 personas que íbamos en el avión y empecé a escuchar las conversaciones en portugués; y digo “escuchar” porque no entendía nada y ahí fue cuando caí en cuenta:
-Karen… ¿qué haces aquí, sola, viajando a un país que no conoces y que no entiendes el idioma?-
Y me respondí a mi misma:
-A la vida! A conocer! Vamos! ¿qué otra oportunidad como esta vas a tener? Valor!-
Obvio que esto lo dije para mis adentros porque ya era suficiente de la chica extraña con cara seria que a ratos se reía a carcajadas y que veía un libro haciendo muecas de “Queeee!?? AHHH!!! Nooooooo!”

El avión no llegaba y decidí ir a cargar mi celular del otro lado de la sala, y cuando estaba en un 80% nos llamaron a embarcar. Envié los mensajes mientras iba caminando y me pidieron guardar el celular un momento mientras subía al avión.
Mi puesto era el último de la última fila al lado de la ventana, ahí si estaba sola y aislada, pero como habían pocas personas en el avión nos dejaron cambiarnos de puesto.
Por fin despegamos junto con el atardecer, hacia lo desconocido, lo nuevo; a veces el avión se oscurecía porque entrábamos en una nube densa con turbulencia; nos dieron merienda y me comí hasta la galleta, y así el avión iba entrando y saliendo de cúmulos y yo, con mi gran desagrado a esos movimientos del avión, estaba entre dormida y nerviosa, pero por suerte mi papá hace poco me había enseñado un truco para contrarrestar esos movimientos (empujándome con las piernas) y no fue tan grave.
Fue un viaje muy largo y a mitad de camino volvió a oscurecer pero esta vez no vi esos rayitos de sol que se asomaban luego de pasar por algún cúmulo… ya era de noche.
Cuando empezaron a aparecer las luces de la ciudad y anunciaron el aterrizaje me di cuenta que no pude dormir ni un poco.
Nos bajamos, cruzamos las puertas y conocí a una señora muy simpática cuyas uñas color fucsia fosforescente combinaban con su labial, y luego de que el chico de migración me sellara el pasaporte y me sugiriera quedarme por más tiempo me encontré de nuevo con Maigüalida quien, una vez más, con su atuendo masculino de zapatos de goma, chaqueta de deporte grande, gorra y su delineador (que aún no podía definir de qué color era) me preguntó que en donde me iba a quedar, sino, podríamos alquilar una habitación juntas… Gracias, pero no gracias.
Logramos suscribirnos al Wifi del aeropuerto y luego nos separamos para pasar, una vez más, las maletas por un chequeo; ahí ella se retrasó y yo salí junto con la señora de las uñas fucsia, con quien compartí mis nervios, porque ella también los tenía.
Apenas salimos por la gran puerta de vidrio vimos que ahí estaban sus amigos; la recibieron con mucha bulla y a mí también, pensando que venía con ella y su esposo, les expliqué que no (cuando me preguntaron) y ella les pidió que me ayudaran a encontrar a mi amigo. Llamaron a Henrique, que ya estaba por ahí; explicándole que aquí estaba Karen esperándolo. Ellos brincaban haciendo señas y por fin vimos a Henrique, el amigo muy simpático de Emiliano que había estado muy atento de mi viaje.
Mis nervios fueron exhalados una vez mas y los amigos de la señora del labial fucsia nos pidieron una foto –Claro!- Se las tomé y después nos tomaron una a mí y a Henrique (que se quedará para siempre en esa cámara ya que no tuve tiempo de darles mis datos; me imagino que en unos años verán la foto y dirán: -¿te recuerdas de esa chica? ¿qué será de la vida de ella?)
Fuimos hasta el carro, montamos mis cosas y me preguntó si tenía hambre o si era vegetariana y le respondí que –no- a ambas.
Es muy simpático, hablamos sobre Manaus, vimos a unos motorizados haciendo piruetas, llegamos hasta el límite de la ciudad y fuimos hasta su urbanización, apartada de la gran ciudad, rodeada de árboles, pero no podía ver mucho porque era de noche y me di cuenta de lo tranquilos que estaban ya que tenían las ventanas de los carros abiertas, los motorizados no las hacían subir ni 1 centímetro, se detenía en los semáforos de noche (aún con las ventanas abiertas y motorizados a los lados) y cuando entramos a su urbanización ninguna casa tenía reja, estaban todas con su jardín hacia la calle.
Su casa es muy linda y cómoda, con guamas (Inga), yagrumos (secropias) y merey (cashew) sembrado, la verdad súper agradable. Hace mucho calor, pero me bañe y todo perfecto, me sentí como nueva, organicé mis cosas y me acosté a dormir.


29/05/2016

Me desperté a las 3:00am y luego a las 5:00am, traté de dormir más pero no pude, me levanté y como me dio hambre me preparé la comida que había llevado con mango, cambur y lechosa deshidratados con avena, linaza, fariña o mañoco y proteína de soya… Buenísimo!!
Cuando Henrique se despertó salimos a conocer Manaus. Primero fuimos hasta un lugar de clase alta, donde las personas hacían ejercicio al lado del río negro en una acera enorme, tenían bicicletas extrañas conectadas entre sí, patines, patinetas, perros, había mucha actividad, vi la paya desde ahí y era linda.



Luego cruzamos el puente sobre el río, muy bonita la estructura que lo sostenía y creaba un efecto visual muy interesante.


Del otro lado nos tomamos un agua de coco buenísima y fría. 

Nos regresamos por el puente y fuimos hacia el centro de la ciudad para ver parte de la arquitectura, y que mejor lugar para conocer a la gente que en el mercado. ¡Qué emoción! No había mucha gente y eso era mejor porque pude disfrutar mucho. Vi las cosas que vendían como carne seca, todo tipo de pescados de agua dulce, condimentos, frutas! ¡OH! ¡Qué diversidad de colores y olores tan interesante!
Vimos como culminaba un partido de fútbol en donde ganó el equipo de Henrique y para celebrar salimos hacia un carrito donde vendían açaí. Unas bolsas plásticas rellenas de un líquido morado oscuro espeso te dejaban percibir en parte el producto y en una cava con hielo tenían el termo con esta delicia lista para servir y dar de alimento y líquido a los que pasábamos por ahí.
Me llamó la atención el contraste entre el vaso de plástico blanco y esta casi pasta muy oscura. Henrique me dio a probar el açaí solo, sin azúcar ni nada –como me gusta a mi- dijo, y tenía una textura un poco ruda para aquellos de paladar delicado, pero para mí fue increíble, ¡qué maravilla!
A veces los demás le colocan azúcar y tapioca así que Henrique tomó uno de los vasos dispensadores y, aunque “se le pasó la mano” de azúcar sin querer para mí quedó insuperable y la tapioca logró superarlo. Wow, que increíble, la tapioca mezclada (además del hermoso contraste visual, ya que es blanca) le daba diversión a la bebida porque eran pelotitas crujientes, pero no demasiado… y yo estaba en otro nivel de felicidad.
Cruzamos la calle hacia el carro y nos asomamos hacia el borde de la misma para ver los barcos flotando ahí mismo en el puerto, algunos con colores, de varios pisos, me hicieron recordar aquel magnífico viaje que hice con mi papá al Río Inírida en Colombia, en un barco llamado “La Iguana” muy colorido que tenía cestas de frutas colgando del techo. Aunque no tan hermosos, estos barcos le daban vida al puerto, ya que a veces llegan atiborrados de gente en hamacas y de mercancía para vender.



Luego nos fuimos recorriendo el centro hasta llegar a una plaza, cuyo piso diseñado creaba un efecto visual interesante. Una escultura central representaba a los diferentes continentes y, como observando a esta plaza, se encontraba el teatro de Manaus, famoso por su acústica y su techo inspirado en escamas de peces.
Nos fuimos hacia un Shopping para cambiar dinero pero estaba todo cerrado hasta dentro de 2 horas, excepto la feria de comida donde decidimos almorzar (aunque no teníamos hambre) para tratar de hacer que el tiempo pasara más rápido.
Lavé mi franela blanca que había sido manchada con açaí (un buen recuerdo) y luego de comer dimos vueltas por el centro comercial un poco perdidos ya que ninguno de los dos estaba acostumbrado a realizar este tipo de actividades. Así que decidimos imitar a los locales y nos comimos una barquilla mixta (buenísima) que realmente disfruté.
Cuando abrió la tiendita de cambios terminamos nuestro Tour y nos fuimos al aeropuerto. En el camino vimos el estadio y decidimos darle una vuelta… ¡qué bonita arquitectura!
Cuando llegamos al aeropuerto Henrique se despidió con mucho cariño y yo muy agradecida por la atención incomparable que recibí.
Entré por aquella gran puerta de vidrio por la cual había salido el día anterior y, una vez más, continuaba mi viaje sola.

Fueron unos segundos de intriga justo antes de que me entregaran el boleto de abordaje; habían muchas personas despidiéndose con cariño, quién sabe cuál era la historia  detrás de aquellas despedidas amorosas entre parejas, familiares y amigos…

Pasé a un lugar de espera y ahí todos los anuncios eran en portugués; podía entender un 40% pero eso me ponía un poquito nerviosa y más cuando ya era la hora de abordaje y veía a los grupos de personas moviéndose de una puerta a otra hasta que pregunté y todo estaba bien. Abordamos el avión bastante rápido y despegamos. Que cómoda esa aerolínea (Azul) el vuelo fue increíble, no sé si venía acompañado de la emoción de estar en el Amazonas pero realmente lo disfruté. Me dieron unas chucherías de “fariña de ovo” que eran aireadas y bajas en sal, muy ricas y me llamó la atención que las aeromozas no hablaban español sino inglés.
Apenas vi los ríos con sus meandros por la ventana me emocioné muchísimo, un aire de familiaridad tenían esos paisajes selváticos…


¡y cómo no! Después de tantos viajes que había hecho a la selva con mi familia esto se sentía más que conocido.
Empezamos a descender y empecé a distinguir las palmas y árboles características de esta selva.
Mi emoción no podía disimular cuando esta ciudad al lado del río empezaba a acercarse más y más… ¿a dónde iba? ¿qué me esperaba? Yo no sabía nada, yo sólo sabía que iba.



Aterrizamos rodeados de selva y un aeropuerto muy bonito con grandes letras plateadas me confirmaban que había agarrado el avión correcto (un pequeño nerviosismo que tenía mientras volaba)
Llegamos pocas personas y luego de ir al baño estaba mi maleta casi sola dando vueltas en la cinta… ¿cuántos viajes no hemos hecho juntas? Eso se le notaba en sus raspones y marcas, pero siempre fiel a todos mis inventos y aventuras.
La tomé con cariño una vez más y saliendo por la puerta de vidrio, entre la gente que me ofrecía taxis pude ver la cara de Emiliano sonriendo. Sonriendo como aquella vez que me hizo presentar a mi papá en una conferencia en Colombia (donde nos conocimos) sabiendo que me daba pena hablar en público y conspiró con Carlos Castaño (quien iba a presentarlo) para que yo también me levantara a hablar mientras él me veía con ese gesto burlón de simpatía.
Esa misma cara me veía entre la gente y ahí exhalé los últimos nervios de mi viaje de ida. Yo estaba extremadamente emocionada y “pegaba griticos” como diría mi papá.
Atravesamos la ciudad y llegamos a su casa, en donde una jauría de perros simpáticos nos recibieron con cariño. Era una casa linda, grande, con buenos espacios y buena energía. La rodeaba un jardín amplio con árboles frutales, açaí, copoazú, pomagas (la cual comí y me transportó a mi infancia con mi hermano que se trepaba en aquel árbol gigante con un habilidad increíble mientras yo me quedaba en el suelo cubierto de flores fucsia esperando para atrapar las frutas que él tumbaba)
Conocí a los cachorros que tenían pocos días de nacido y me instalé en una de las habitaciones.

Emiliano preparó un pollo y un arroz buenísimo y nos preparamos para salir luego de varios intentos fallidos de llamada hacia mi casa.
Salimos a ver la lucha de MMA de la UFC que por suerte me agrada mucho ver y llegamos al puerto que tenía muchos locales uno al lado del otro, cada uno con un televisor; algunos pasaban la lucha, otros el partido de Brasil-Panamá pero no se podía escuchar nada en concreto porque, además de estar todos encendidos con mucho volumen, al lado había un lugar donde tocaban samba muy linda y la gente bailaba.
Nos sirvieron una cerveza pero nos dieron unos vasitos más grandes que los de shot; estaba acostumbrada a que la cerveza era individual pero ésta era más grande y para compartir.
Llego un amigo de Emiliano llamado Diogo, muy simpático que hablaba muy rápido y que estudiaba a los yacarés (caimanes) Amazónicos y su aprovechamiento.
Estuvimos un rato hablando y viendo la lucha hasta que cambiaron el canal para el partido de fútbol y nos fuimos a casa de unos amigos para continuar viendo la lucha.

Al llegar subimos unas escaleras muy empinadas y cortas dentro de un edificio y en la puerta nos recibió una chica muy simpática de pecas y un chico también muy simpático junto con un perrito muy gracioso. Estábamos viendo la lucha y jugando con el perrito pero me dio mucho sueño. Trataba de pellizcarme las piernas para no dormirme pero estaba muy cansada. Nos fuimos cuando las peleas terminaron (que lamentablemente no ganó a quien le íbamos) y al llegar a la casa comimos un poco y empezamos a hablar sobre las cosas que faltaban al lugar, por ejemplo, una mesa de comedor en la sala, montar algunos cuadros, una biblioteca, y así mi mente fue imaginando estructuras y diseños para ese espacio y para el jardín, hasta que el sueño me ganó y fui a dormir.



30/05/2016

Dormí excelente y me desperté un poco temprano para “hacer ejercicio” pero me dio pena abrir las puertas a esa hora, comí mi desayuno especial y luego me puse a escribir mientras Emiliano abría las ventanas de la casa y dejaba entrar la luz de la mañana. Llegó la chica que ayuda en la casa y luego de desayunar fuimos a la casa del vecino a buscar una pelota de ping pong que se les había perdido ayer en la noche a los chicos que jugaban en la calle con una mesa improvisada pero no la encontramos.
Nos despedimos de los perritos del vecino que fueron simpáticos y regresamos para pensar sobre las cosas que se podían hacer en el jardín. Nos arreglamos y salimos hacia el trabajo para autorizar los papeles de mi ingreso a la Reserva.

Cuando llegamos al Instituto de Desenvolvimento Sustentável de Mamirauá me sorprendió mucho la estructura que tenía, muy lindo, rodeado de árboles y nueces del Brasil que tenían las ramas cargadas.
Primero visitamos la oficina en la que procesaban todo el papeleo y luego de estar ahí unos minutos nos dirigimos a la biblioteca que estaba pintada de color açaí, a la cual doné un libro que escribió mi papá sobre los recursos de la selva que pueden ser utilizados para la supervivencia y subsistencia.
Salimos de ahí hacia el edificio donde se encontraba la oficina de Emiliano.


Cuando entré me sorprendió lo limpio y ordenado del lugar; pasamos al lado de algunas oficinas en las cuales yo quería entrar: material biológico recolectado, preparación de muestras, botánica ¡wow! ¡Tantas cosas que yo quería ver!

Entramos en el área de vertebrados y mamíferos, donde conocí a Jessica, que me comentó sobre el trabajo que estaba realizando sobre las lapas y de cómo la cacería era su mayor amenaza; casi no la podía entender porque tenía un acento muy marcado pero poco a poco fui educando mi oído y fui integrándome más en la conversación. Seguimos hablando de estos grandes roedores y me preguntó si la quería acompañar al lugar donde guardaban las muestras biológicas recolectadas (¿qué pregunta es esa??? ¡Claro que siii!!!)


y entramos a un cuarto en el que habían estantes llenos de cajas plásticas con huesos y cráneos de animales diferentes: báquiros, lapas (con las cuales ella estudiaba la dentición), dantas, toninas y luego me enseñó un mueble de asas giratorias donde tenían guardadas las pieles de los animales y la taxidermia… ¡que buen trabajo!
Me sorprendió el gran tamaño de los monos Ateles (mono araña) y de las perezas, que aquí son un poco diferentes.
Estuvimos un rato viendo los huesos y luego nos devolvimos a la oficina, donde encontré a Diogo (con quien había visto la lucha la noche anterior) y con quien fui a ver los cráneos de los yacarés… ¡que gigantes! habían muchos, era muy interesante y aunque él hablaba rápido podía entenderlo por completo.
Conversamos sobre todo lo referente a estos reptiles y como me vio interesada hablamos mucho. Con él pude ver donde preparaban las muestras biológicas y en donde hacían los estudios a los caimanes y a las tortugas (que son enormes!) Ahí me presentó a la chica especialista en quelonios y hablamos un rato sobre la amenaza de las mismas por el consumo de huevos y luego de un rato regresé a la oficina donde Emiliano me dijo que tenía otro Tour con Mariana, perteneciente al departamento de Botánica; pero que se iba a desocupar en unos momentos. Por suerte, apenas salí para dar una vuelta me encontré con ella y me llevó a ver las muestras botánicas. Hablamos sobre la recolección de las mismas, la forma de conservarlas y me mostró algunas. Me parecía muy bonito pero no tenían fotos de la planta en flor o con frutos, lo cual era importante para poder reconocerlos, y le comenté sobre el libro que doné a la biblioteca, el cual tiene muchas fotos de plantas con sus frutos y flores.
Intercambiamos correos y fui a la oficina de nuevo donde quedé embelesada con un afiche de la National Geographic que tenía una infografía hermosamente ilustrada sobre esta zona y su fauna. No puedo imaginar la cara que yo tenía al leerla porque Emiliano me regaló una… no lo podía creer, que maravilla.
Esperamos un rato mientras terminaba la hora laboral y yo veía los libros que tenía ahí a un paso de distancia, que relataban historias que definitivamente quería leer; pero ya estaba leyendo otras en ese momento… aaah! Que belleza de libros, que información tan valiosa guardada en esas tapas, y que lugar tan magnífico!

No terminaba mi lectura cuando era hora de regresar a la casa para almorzar.
Llegamos para comer feijoada con arroz y pollo (estaba muy rico) y mientras comíamos le propuse a Emiliano comprar semillas para comprar flores y plantas comestibles, pero no sabía dónde podían vender… que oportuno, le estaba dando una vuelta a la casa y me encuentro con un hombre simpático al cual saludé tímidamente. Se llamaba Pedro y era un amigo de Emiliano, y estaba aquí para recolectar tierra de compost para sembrar unas semillas de flores que había comprado. Sin dejar mucha pausa pregunté en dónde y cómo llegar y nos dio las instrucciones hacia las cuales salimos en unos minutos; qué pena, al parecer mi emoción dice “hay que hacerlo ya”. Y así llegamos a esta ferretería donde habían sobres de semillas de todo tipo. Como ya había cambiado algo de dinero a la moneda local me emocioné agarrando los sobres de flores y de algunas plantas comestibles para que coincidieran con las imágenes que ya tenía en mi cabeza para el jardín.
En la caja me encontré con una señora muy simpática, de esas que no dejan de hablar, a las cuales no quieres interrumpir porque el cuento está interesante y me habló en un español machucado con portugués muy lindo. Nos reíamos pero ya debíamos regresar a la casa, no sin antes detenernos por sorpresa en un lugar con unas maquinas extrañas, donde tímidamente fui a observar cómo extraían lo que se convertiría en mi bebida favorita del viaje: Açaí… luego continuamos hacia la casa donde no tardé en ponerme mis botas y en empezar a trabajar.
Ya era como la tercera vez que yo hacía alguna pregunta sobre lo que podía hacer y siempre era la misma respuesta
-Puedes hacer lo que tú quieras, no me tienes que preguntar. Si quieres pintar puedes hacerlo, si quieres lijar también, la casa está en construcción y todo lo que hagas estará bien-
¡No se diga más! Y haciendo viajes para traer el compost en una pala chiquita sembré cerca de la cocina perejil, orégano, cebollín, y pimienta cayena; agradecí mucho a mi amiga María Manuela por motivarme a aprender a hacerme un peinado con una trenza que da la vuelta a la cabeza como si fuera una tiara porque el cabello suelto me habría dado trabajo extra.

De vez en cuando, mientras yo sembraba flores, Emiliano se asomaba entre las enredaderas de parchita para comentarme sobre lo que le gustaría hacer con la casa
-si tú estás entretenida yo estoy feliz- me decía mientras yo llevaba tierra de un lado para el otro.
Y así pasé la tarde, sembrando flores en el jardín (aunque después de que terminé no noté mucho el avance). Luego leí un rato e hice un poco de abdominales mientras lo hacía, tomé algunas fotos en la casa y después tomé un merecido y necesario baño.
Le recordé a Emiliano sobre la importante reunión que tenía a las 7 pm y mientras eso ocurría era mi turno de tomar una siesta. Realmente la necesitaba y fue reparadora.
Logré despertarme antes de que terminara la reunión para enterarme de los excelentes resultados de la misma; él estaba muy feliz (expresándolo a su manera parca) mientras yo brincaba de la emoción.
Preparó una pasta mientras yo cortaba unos papiros y unas hojas de Araceas muy lindas con manchas blancas y rojas para hacer un centro de mesa que acompañaría la comida, el vino y la ocasión.

Cuando terminamos de comer Emiliano se recostó en la hamaca para practicar algunas canciones con su instrumento de cuerdas llamado cavaquinho, lo cual desencadenó una noche musical, en donde compartimos melodías y en la que canté desde “la vaca mariposa” hasta “summertime”, aparentemente invocando a la lluvia que más tarde caería sobre la ciudad.





31/05/2016

Es Mi Cumpleaños!!!!!!!
¡Y qué manera de empezar el día! con un abrazo y comiendo mi mezcla especial, pero agregando además la pasta de açaí que compramos ayer después de pasar por la ferretería de la señora simpática. Qué bueno que nos detuvimos ahí de sorpresa porque pude ver la máquina que utilizan para extraer la parte comestible que rodea a la semilla de esta palma (que no supero como queda con tapioca)

Abrí las ventanas de la casa y una brisa mañanera post lluvia la llenó junto con esa luz tamizada por las nubes.
Al fondo se escuchan algunas casas con música, quizás algunas canciones de Marília Mendoça, también redoblantes, un pájaro tratando de conquistar a alguien más y eventualmente las frutas que caían del árbol de pomagás que están cargados.


Luego de desayunar y de jugar un buen rato con los perros llegó la chica que trabaja en la casa para ayudar a limpiar el pequeño desastre que dejó Pity (pichi) en la sala mientras Pepa buscaba atención. Habían varios perritos:


-Pepa: Negra jaspeada con pinceladas marrones y muchos cachorros que a veces se llevaba al monte y teníamos que buscarlos.

-Vitoria: También con cachorros, una pastora de hocico asimétrico muy cariñosa e inteligente.

-Edie: Del mismo color de pepa (son hermanos) pero de mayor tamaño y más juvenil de actitud, siempre juguetón y cautivando con sus grandes ojos.

-Preto: El pitbull negro, fornido, de actitud fuerte pero cariñoso; mala influencia porque se escapa de noche incitando a los demás a hacer lo mismo para matar las gallinas de los vecinos; por eso de noche estaba amarrado.

Pity: Una pitbull de orejas muy lindas y paradas que su color es casi el mismo que el de mi piel excepto en el hocico y en las patas que son grises (combinando con mi pantalón) muy dulce, cariñosa, es la que, con su mirada, nos convence de dejarla pasar a la sala.

Salimos hacia la oficina en donde pudimos ver la ubicación de “Django” (un jaguar melánico macho que estaba a 200 metros del río) y de “Fofa”, una hembra que tenía un cachorro y era el centro de interés.



Entró una señora simpática y empezaron a hablar sobre “Fofa” y mientras Emiliano le explicaba el proyecto y le mostraba fotos del mismo yo trataba de ver por el reflejo de la biblioteca, tratando de no meterme en la conversación pero prestando atención a ese intercambio en portugués fluido del cual lograba atrapar algunas palabras y así ir armando el tema, pero no era fácil. Y menos teniendo esa cantidad de libros tan interesantes que me tentaban a hojearlos, especialmente uno sobre los 5 reinos… ¿será que podré alimentarme con su contenido en estos días?
La señora simpática venía de la reserva y desprendía una energía muy linda sobre su experiencia y aunque la picaron algunos mosquitos, tuvo una experiencia maravillosa por lo que pude percibir. 

No pude con la curiosidad y logré leer un poco sobre el libro de los 5 reinos, con el cual aprendí mucho sobre los reinos animales, las hormigas, los insectos, las arañas. Fue muy interesante y nutrida esa lectura.

Fuimos a la casa en donde vi un escarabajo muy interesante iridiscente azul de un perfil muy peculiar y elevado.

Logré comunicarme con mis papás y terminar de poner semillas en las bolsas que me quedaron preparadas de ayer. Jugué con los perritos y salimos hacia el puerto con mi maleta, un poco más liviana ya que íbamos a la reserva!
En el puerto tomamos agua de coco fría, comí una nuez de Brasil con canela y azúcar y vi las diferentes embarcaciones que llevaban gente.

La orilla del lago Tefé estaba repleta de semillas de açaí y mientras esperábamos la embarcación que nos llevaría yo no dejaba de detallar el puerto con sus colores, formas y el sonido bastante alto de una radio antigua.

-¿No te parece muy loco de mi parte que haya agarrado un avión a un país desconocido, donde no hablo el idioma, a la casa de un amigo?- le comenté a Emiliano, mientras veía los barcos en el puerto, y me respondió que estaba, bien, que era un espíritu aventurero, y que de otra manera me estaría perdiendo este viaje… y que él también entonces estaría loco por haber invitado a una persona que apenas conocía a su casa… Y me sentí bien de estar ahí en ese momento.

Llegó nuestro transporte y Emiliano asumió el volante. Fuimos primero a buscar combustible en una estación flotante vigilada por un perro y un gato muy gracioso.



Luego navegamos hacia un río estrecho de color negro como el lago, rodeado de árboles que de repente se empezó a mezclar con unas aguas blanquecinas y se abrió hacia el inmenso Amazonas.


Ese viaje me dejó mucho tiempo para pensar, y una cantidad de sentimientos empezaron a mezclarse dentro de mí, así como las aguas de los ríos.
-Esto es lo que me gusta hacer.. ¿estoy loca por venir hasta acá sola?- Ahora estoy en este viaje sin mi papá, pero aun así estoy con él, viendo a través de los ojos que él mismo educó.
Qué mejor regalo para el día de mi cumpleaños que navegar por el río Amazonas hacia allá… pero… ¿dónde es allá?
Me reía a veces de la emoción cuando veía plantas conocidas, o cuando veía esas casas estilo palafitos para que el agua no las inundara, y cuando vimos lo delfines de agua dulce ¡wow! Que emocionante este viaje; y esa emoción fue superada cuando vi la estación flotante por primera vez.



Era una serie de cabañas flotantes amarradas entre sí que se desplazaban un poco dependiendo de la corriente del río. Dejé mis cosas y poco a poco fui conociendo al equipo de trabajo; entre ellos estaba Wezddy, una mexicana muy simpática que me dio un aire de familiaridad con respecto al idioma. Vi a los turistas que llegaban de su paseo por la selva y Wezddy nos enseñó un video que había tomado el domingo anterior de una onça pintada (jaguar) apodada la “Fofa” y su filhote (cachorro) Muito legal!
Más tarde tuve la oportunidad de asistir a la exposición de Emiliano sobre la várzea, la importancia de este lugar para los jaguares, sobre cómo son vistos por las comunidades y la importancia de su conservación; me gustó mucho.



Al terminar me invitó a una caipirinha (ya que todos mis amigos me insistieron, antes de irme, que debía tomarme una. Por cierto que recibí muchísimos mensajes porque pude conectarme al Wifi de la estación flotante Uacarí antes de la exposición)
Pedí la caipirinha de parchita, que estaba muy buena, y salimos a hablar con el grupo de turistas que estaba ahí (asumo que en el último día de su estadía) para filmar los jaguares. Hablaron un largo rato mientras yo veía a un aguaitacamino comiendo, a un murciélago pasando y a un roedor que corrió por la balsa; al mismo tiempo que pensaba en ese enorme caimán que vi más temprano entre las balsas, ahí, descansado cerca de nosotros.

Luego de la larga conversación todos nos fuimos a dormir pero yo me quedé despierta un rato más pensando en el día de hoy. Creo que he estado un poco reflexiva… no sé si es por la “hemorragia” (como diría mi gran amigo Juan Vicente Carrillo Batalla) de experiencias que he tenido o por lo independientes que han sido éstas, tan lejos del ala de mis padres por primera vez. Y aprovecho para hacer esta pausa ya que me di cuenta de la gran influencia que han tenido mis amigos y mi familia en mi vida. Siento que en cada recuerdo ellos están ahí conmigo y esto me mantiene tranquila.
Ahora sí, luego de escribir unas palabras me fui a dormir debajo del nido de murciélagos y di gracias a la malla que había sobre nosotras para protegernos de sus desechos.


01/06/2016


Me levanté como a las 5 de la mañana muy ansiosa de empezar el día y lo hice mucho antes de lo previsto pero me dio tiempo para escribir y leer. Poco a poco se fueron despertando los demás y desayunando para salir. Wezddy y Emiliano planificaron el trayecto de hoy mientras yo observaba y recordaba los marcajes de GPS que dio Django (el macho melánico) a menos de 200 metros del río.



Luego de organizar los equipos y a los turistas cada quien fue a buscar un jaguar diferente. Wezddy, Ivanilson y yo fuimos detrás de Django.

Zarpamos a las 8:50 AM y recorrimos gran parte del río. Habían pastizales flotantes por todos lados y cada kilómetro nos deteníamos y apagábamos el motor para ver si con telemetría podíamos captar la señal del collar transmisor, pero nada. 
Continuábamos río arriba y por unos segundos nos deteníamos a escuchar el ruido de los audífonos tratando de distinguir algún “Bip” pero nada aún. Prendíamos los motores y avanzábamos, recuperando los pocos metros que nos había hecho retroceder el río mientras estábamos a la deriva.
Continuamos sin tener éxito, rodeamos la isla donde había sido ubicado por última vez y atravesamos unos pastizales flotantes sin tener resultados del felino… pero ¿por qué mi atención tendría que estar centrada en él? Si muchas cosas increíbles ocurrían a mí alrededor en ese momento:

Las Morphos, con su azul metálico que por milésimas de segundo te encandilaban para luego desaparecer y desplegar sus alas y sus hermosos colores en otro lugar aleatorio. Y hablando de mariposas, las Pieridae junto con otras marrones que no conozco, pero que por centenares pasaban frente a nosotros… ¿de dónde venían? ¿Hacia dónde iban? Sólo ellas saben todas las cosas que han experimentado en su viaje, y nosotros ahí, por unos minutos, fuimos testigos de su travesía… algo insignificante para ellas: tres personas en un bote flotando en el río, pero que para mí particularmente fue un espectáculo que dejó su marca.
Otro grupo de mariposas que viajaba eras las Uranias, con su azul y verde metálicos adornadas con unas colas blancas, que venía de Venezuela, pasaron por Manaus y ahora estaban aquí, siguiendo su camino y embelleciendo todo a su paso.

Tuvimos la oportunidad de ver una iguana enorme descansando sobre una Ceiba, una de las más grandes que he visto y me recordé de aquel trozo de iguana que llevaba el Águila Harpía a su pichón en Sierra de Imataca hace algunos meses; era muy pesada y sólo eran las patas traseras y la cola; no puedo imaginar cuánto pesaba ésta con lo fornida que se veía!
Más adelante, como si fuese una bestia prehistórica, un ave de grandes proporciones se posó sobre la copa de un árbol;  pero ésta no la pude observar bien… ¿quién sabrá que era? Ahora es sólo un recuerdo.
Y hablando de aves de rapiña, vi dos águilas pescadoras que tenían presas aún aleteando y forcejeando inútilmente por sus vidas… esas garras estaban diseñadas específicamente para no dejarlos ir.
Y así, un sinfín de animales colorearon el día, como los gallitos de laguna que me recordaban tanto a aquellos en los llanos Venezolanos y que hacían un escándalo cuando se sentían amenazados, tal cual como lo hacían aquí, desplegando sus alas amarillas de su cuerpo marrón.
Logramos ver al otro gallito que es azulado y tiene el pico coloreado con azul, rojo y amarillo.

Muchas aves moraban a las orillas de este río principal y pudimos verlas, como las garzas blancas, cuya actitud y blanco impecable eran envidiables, o aquellos pajaritos que salían en bandadas volando sólo a centímetros del agua, o las cotúas que se sumergían por minutos gracias a su maravillosa adaptabilidad.
Vimos también a los pájaros carpinteros que volaban de manera peculiar recordándome a la historia de la epopeya de la etnia indígena Ye’Kuana llamada “Watunna” en donde Wanadi (Dios) rescató a su esposa Kaweshawa del paují que la tenía secuestrada, y para ello Wanadi se tuvo que convertir en pájaro carpintero para pasar desapercibido y llegar a aquella casa ubicada en lo alto donde su esposa, que estaba en forma de rana, esperaba a ser rescatada y así lo hizo Wanadi; pero como la rana pesaba él iba volando en ondas, aleteando un poco y dejándose caer un poco más; tal cual como lo hacen estos pájaros hoy frente a mí. Y no sólo el vuelo de ellos llamó mi atención; además de los miles de sonidos que nos rodeaban, también vi a los tucanes con sus grandes picos y a los loros, pericos y guacamayas cuyo canto en nada combinaba con la gracia de sus colores.
Y así fue transcurriendo la tarde, llena de animalitos y de colores, como por ejemplo el grillo colorido que tenía verde, negro, blanco, amarillo y naranja…

un espectáculo.
¡Y ni hablar de las plantas!
La cantidad de Cecropias era abismal, con sus frutas en forma de deditos que iban a ser devoradas por los murciélagos cuando maduraran. O esos árboles con flores moradas que aparecían de vez en cuando refrescando la vista (porque es mi color favorito) o esas enredaderas con flores color lila que decoraban todo el borde del río ¡que delicadeza!
Y aquellas vainas rojas de las Ceibas que crecen en el borde de los ríos, en cuyo interior se encuentra un diseño especial con fibras para que, cuando sea el momento, las semillas sean expuestas al viento y llevadas para colonizar nuevos lugares.

Algunos se enfocarían sólo en el jaguar que no vieron, pero miren de todo lo que pude disfrutar gracias a que por hoy él no robó mi atención. Aún quedan más días por delante, pero hoy fue hermoso todo lo que se cruzó en mi camino.

Regresamos a la posada flotante Uacarí que crujía cuando sus módulos no se coordinaban y dejamos nuestras cosas. Llegó el otro grupo y nos mostraron las fotos del jaguar que vieron por casi una hora.
Yo fui a hacer ejercicio con una pesas improvisadas de latas de pintura y cemento.



 Luego de comer de última, fuí a la parte de arriba de la balsa principal donde pude ver un arcoíris que enmarcaba la escena con la luz de la tarde y una leve llovizna que suavizaba la superficie del río. Una garúa con el sol de la tarde… 



¡mis favoritas! Recordándome esas tardes en mi casa viendo las tormentas pasar sobre Caracas cuando sólo garuaba con sol y un arcoíris. 

Teníamos la tarde libre así que leí un poco más y luego encontré el párrafo en el que dice qué es Canaima:

“---¡Canaima!
El maligno, la sombría divinidad de los guaicas y ma-
quiritares, el dios frenético, principio del mal y causa de
todos los males, que le disputa el mundo a Cajuña el bueno.
Lo demoníaco sin forma determinada y capaz de adoptar
cualquier apariencia, viejo Ahrimán redivivo en América.
Es él quien ahuyenta las manadas de dantas que corren
arrollándolo y destrozándolo todo a su paso, quien enciende
de cólera los ojos como ascuas de la arañamona, excita la
furia ponzoñosa del cangasapo, del veinticuatro y de la
cuaima del veneno veloz, azuza el celo agresivo y el ham-
bre sanguinaria de las fieras, derriba de un soplo los árboles
inmensos, el más alevoso de todos los peligros de la selva
y desencadena en el corazón del hombre la tempestad
de los elementos infrahumanos.”

Muy lindo.


Doné el libro de supervivencia a la pousada Uacarí y luego de conversar con los turistas un buen rato (súper simpáticos) fui a comer y luego a jugar con un sapo que estaba por ahí en la base flotante y que no le quedó otra opción que soportar mi presencia y hasta se tuvo que dejar tocar un buen rato.

Vi muchas ranitas y reptiles como parte de la fauna que se desenvolvía alrededor del frenesí de insectos que atraían las luces de la balsa.
Con una de las cosas que quedé embelesada (y me gusta la definición de esta palabra: Causar un placer, una admiración o una sorpresa tan grandes que hagan olvidar todo lo demás) un buen rato fue con las estrellas, porque estaba muy despejado, y con los murciélagos pescadores que sobrevolaban el río y parecían fantasmas delicados, dejándose ver sólo por pocos aleteos cuando pasaban bajo las luces de la balsa. Era una escena muy bonita porque no sólo había un fondo infinito de estrellas bajo las cuales eventualmente pasaba alguna polilla o murciélago pequeño brevemente iluminado, sino que más abajo, con un vuelo delicado y pausado, pasaban los grandes murciélagos pescadores, apenas acariciando la superficie del agua y dando el preludio para ir a dormir.




02/06/2016

Me desperté no tan temprano esta vez, desayunamos y revisamos los últimos datos que enviaron os collares de los jaguares “Fofa” y “Django” para ver sus posiciones y así reducir el área de búsqueda.
Salimos de nuevo en las lanchas y un lindo arcoiris nos avisó sobre la lluvia que luego nos bañaría por completo. 
Navegamos un poco más y dejamos atrás la lluvia para encontrarnos con la embarcación de los turistas e intercambiamos el GPS con Emiliano para luego continuar Wezddy, Ivanilson y yo en búsqueda de “Fofa”.
Entramos un poco a la selva con la lancha rápida para dejarla y subirnos por primera vez a la canoa que llevábamos paseando de manera transversal.
Nos montamos en ella e Ivnilson empezó a remar entre los troncos de los árboles mientras que detrás de él estábamos Wezddy (haciendo telemetría) y yo (observando por ahora)

Me gustaba mucho cómo el paisaje cambiaba; a veces el agua estaba llena de helechos flotantes que creaban una alfombra, a veces había pasto flotante por todos lados, de repente era solamente el agua ondulante. Los troncos de los árboles parcialmente sumergidos tenían las marcas de las inundaciones previas que habían sido más fuertes.
Salíamos del bosque y entrábamos en caños pequeños llenos de pasto flotante y enredaderas de flores lila para buscar la señal de “Fofa” pero nada todavía aunque Wezddy afinaba el oído y le daba vueltas a la antena para ver si recibía algo.


Continuamos navegando entre y debajo de las ramas y poco a poco fui agarrando confianza para ayudar, empujándome de los troncos que pasaban cerca; eso sí, teniendo mucho cuidado con las miles de arañas que, escondiéndose, se colocaban del lado del tronco donde yo me apoyaría para empujarnos.
Luego de ayudar a arrastrar la canoa por algunos lugares que estaban poco profundos, llegamos al lugar donde Wezddy, el domingo pasado, había tomado un increíble video de “Fofa” con su cachorro o, como le dicen aquí, “filhote”. Pero lo que encontramos ahí, además de las heces que recolectamos, fueron muchas mariposas y el sonido de peces chapoteando entre las ramas. Luego de avanzar un poco no pude aguantarme más, tomé uno de los remos y empecé a ayudar.
Llegamos a otro lugar donde la habían visto y decidimos merendar una piña riquísima, que Wezddy dejó caer al agua sin querer cuando sacudió una hormiga que tenía en la mano, y yo, imitándola en forma de burla, dejé caer la mía sin querer, lo cual desencadenó uno de los ataques de risa que me caracterizan.
Alimenté algunos pececitos y traté de filmarlos pero fue inútil por lo turbio del agua.
Continuamos navegando tras la pista de la “Fofa” pero nada; remamos a través del bosque y mil criaturas nos saludaban, como una hermosa ranita amarilla con marrón oscuro, o los grillos que de a centenares saltaban sobre los helechos huyendo de nosotros; pero lo más impresionante era la cantidad de arañas con sus colores y formas. Hubo una en especial cuyo abdomen era el doble de largo (si no más) que el resto de su cuerpo.


Arrastramos la canoa a través de varios trayectos de poca profundidad y me llené las botas de agua… ¡pero que importaba! Si la experiencia era increíble.

Las flores de las Ceibas flotaban desplegadas y eran cubiertas por una baba que sólo era perceptible cuando las sacabas de su medio encantador.

Trataba de ponerle empeño a cada una de las remadas mientras pasaba bajo las copas de los grandes árboles que nos observaban tranquilos.

Vimos unas Lecythidaceae, con sus frutos y flores en pleno esplendor y les tomamos muchas fotos; la corteza de estos árboles son usados para fabricar cuerdas y aquí las emplean para subir a las palmas de açaí.
Continuamos navegando entre pastizales, ramas y troncos de árboles pero nada alteraba el sonido monótono del radio y, luego de darnos por vencidos, regresamos para ver a los pequeños delfines de agua dulce llamados “Boto” asomando apenas el lomo y dejándose ver por unas milésimas de segundo. Wezddy me cuenta que son más de 10 y que fueron estudiados y marcados con nitrógeno líquido.

Continuamos un rato observándolos y luego regresamos a la base flotante donde me bañé y almorzamos caldo de carne con arroz y mañoco (farinha)… de verdad que el Sr. Pedro cocina muy rico.
 Luego del almuerzo leí un rato en la parte de arriba de la balsa principal y luego Emiliano me mostró parte del proyecto que está desarrollando. Vivi (una chica súper simpática) nos llamó para comer pizzas, que estaban “gostosas”, no “exquisitas” porque eso significa “raro”.
Escuché la charla (palestra) de Emiliano sobre el jaguar en Mamirauá, luego salí y vi hacia el cielo estrellado, y una estrella fugaz me hizo pedir un deseo, recordando el que, bajo las mismas condiciones, se me había cumplido.






03/06/2016

Anoche me desperté como a las 3 de la mañana y no me podía dormir, di muchas vueltas. Luego, a las 5 hubo mucho movimiento y lanchas que salían; después supe que iban a ver el amanecer donde nosotros vimos los delfines ayer y un rato después me desperté un poco cansada.
Desayuné y escuché una historia graciosa sobre una persona que le había mordido la “bunda” (nalga) a alguien (porque tenía problemas mentales y no descansaba en el trabajo). Luego nos preparamos para salir; no sólo al campo, sino en la tarde a Tefé; dejando hoy como último día en la selva, y última oportunidad de ver al jaguar.

Nos montamos en las canoas, luego de pasar cerca del caimán que está en la cocina y de ver la última posición de “Fofa” en el GPS (habíamos intentado adivinar dónde estaría en el mapa y quienes más nos aproximaos fuimos Wez y yo).


Salimos esta vez sin usar las lanchas rápidas y en mi canoa estaba Emiliano (por primera vez) e Ivanilson; en la otra estaban Wez y Amarildo.
Entramos de nuevo en esa selva hermosa con flores flotando pausadamente, como detenidas en el tiempo, mientras centenares de invertebrados (especialmente arañas) caían sobre nosotros maravillándonos con sus hermosos colores y formas. Vi un escarabajo dorado muy hermoso (parecido al verde metálico que más tarde encontraría en casa de Emiliano).
Vi también unas arañas “con cola” o algo así las apodamos ya que su abdomen se extendía más de lo normal; un escarabajo que tenía un “cuello” largo muy parecido a uno que habita en Madagascar, súper emocionante, pero debía permanecer en silencio ya que en el radio empezaba sonar un “Bip” lejano que poco a poco nos iba guiando a través de la selva. A veces debíamos regresar porque perdíamos la señal.

Poco a poco el “Bip” que sólo oía Emiliano le indicaba que nos aproximábamos: 100mt, 60mt, 40mt… estaba ahí mismo, en algún lugar ya consciente de nuestra presencia.

30 metros… nuestras miradas hurgaban en silencio la intrincada selva y todas las ramas tratando de adivinar y de descubrir sus manchas entre el follaje….

20 metros… y en silencio mi corazón palpitaba, podía estar en cualquier lugar, ya no hacíamos ruidos ni movimientos mientras la canoa, por inercia, continuaba avanzando…

17 metros… Emiliano me señaló una rama de un árbol gruesa que parecía un buen lugar para escudriñar con los ojos, pero no lograba ver nada. Tenía un poquito de ansiedad y no sabía si ya tenían contacto visual o no, y no podía preguntar para no ahuyentar al jaguar que, seguramente, no observaba.

15metros… 14 metros… 13 metros… y vimos el resto de este árbol espectacular de ramas anchas y con bromelias colgando. Seguramente estaba ahí. Todas las miradas buscaban entre las ramas tratando de distinguir algún patrón que delatara al felino.
Con movimientos lentos Ivanilson volteó a vernos casi acostado en la canoa e hizo el gesto que todos estábamos esperando: Tenía contacto visual.

Señaló hacia unas ramas horizontales donde, sin estar preparada, unos ojos se encontraron con los míos. Unos ojos intensos, poderosos, que no veían a los míos ni a mis pupilas; miraban directamente a mi alma, dejándola sin protección.
Y así poco a poco fui descubriendo al animal, con sus manchas y sus bigotes que casi inmóviles nos prestaban atención.
Su mirada era realmente intensa y no parpadeaba mientras la canoa aún se movía muy lentamente en su dirección y nos dejaba ver un poco más de su cuerpo y sus manchas… pero algo estaba extraño… su cabeza estaba fija pero su cuerpo se movía como separado de ella… y esa fue la mayor sorpresa.

Unos ojos tímidos se asomaban entre las hojas de palma, tratando de vernos curiosamente… era el filhote…
Esos ojos penetrantes eran los de una madre atenta a cualquier cosa que pudiera amenazar a su bebé de 2-3 meses… era una escena increíble; se sentía la emoción silenciosa entre nosotros mientras el cachorro se movía hacia su mamá y lejos de ella tratando de observarnos mejor; pero la madre no nos quitaba la mirada paralizante, intimidante.

Estábamos a 10 metros de ambos. Del máximo depredador, conocido por sus poderosas mandíbulas que trituran cráneos que, con recelo, cuidaba a su cría inocente, descubriendo el mundo con esa curiosidad de ojos nuevos que quieren observarlo todo. Un poco confiando quizás, sabiendo que su madre lo defendería de cualquier cosa que pudiera parecer amenazante. Y era así, estábamos muy cerca de aquellos ojos que hacían bajar la mirada por respeto y miedo que, como un rayo, se podía disparar hacia nosotros, pero no; estaba tranquila, atenta… hasta que la canoa ya había pasado su zona de comodidad, y emitió un bostezo, dejándonos ver sus prestigiosas armas… que hermoso, ¡qué mezcla de emociones! Tenía muchos nervios, felicidad, ansiedad y un poco de miedo que me hacía ver por el rabillo del ojo la actitud de mis compañeros.

Y todos estaban tranquilos hasta que “Fofa” empezó a mostrar sus dientes amenazadoramente en silencio, haciendo que sus bigotes se movieran tensos y, claro está, su mirada fija en nosotros.
Se levantó continuando con estos gestos realmente intimidantes que me asomaron un poquito de temor aunque, inmóvil, lo disimulaba. Pero ella ya no se sentía cómoda, empezó a descender entre las ramas, mostrando sus dientes, mientras nosotros lentamente empezábamos a alejarnos, y fue cuando de repente ella emitió un rugido forzado con aire, como una tos pero sorpresivo y con fuerza; nos llegó hasta los huesos y, aunque no los vi, me imaginé a todas las aves volando y los demás animalitos temblando de terror.
Continuó caminando y con ella su filhote, un poco confundido y desconfiado. Se metieron debajo de esa rama y ya fuera de nuestra vista se alejaron nadando.

Wow.

Todos exhalamos esa emoción, aún guardando silencio, pero nuestros ojos brillaban, buscando apoyo y encontrando el mismo sentimiento en los demás. Y poco a poco nuestra emoción fue aflorando luego de estar reprimida por tanto tiempo. Nos chocábamos las manos, nos apretábamos… -¡No lo puedo creer!- era lo que más se repetía por la emoción, porque este evento era muy poco frecuente y filmaciones como estas muy escasas…
Y nosotros, este maravillosos equipo, fuimos testigos de este momento madre e hijo, enseñándole a mantenerse firme pero a retirarse en el momento preciso.
Que hermoso, todos estábamos aun en shock procesando ese maravillosos evento y para guardar esa emoción comí y compartí un chocolate aromatizado con sarrapia (que es una semilla de la cual se extrae una sustancia con sabor a vainilla que se utiliza para aromatizar tabacos, chocolates y como fijador en perfumes, que ha sido un producto importante de exportación en la Amazonía) para crear una memoria olfativa, que siempre hago cuando estoy frente a un evento que quiero recordar, gracias a que el olfato es uno de los sentidos que está más asociado con la memoria y que, cuando vuelva a oler este chocolate, ese recuerdo va a ser principalmente emocional.

¡Qué buen momento! Casi se me hizo imposible contener las lágrimas pero logré hacerlo. Esas criaturas tan majestuosas y a la vez tan frágiles habían compartido ese momento con nosotros… -¡No lo puedo creer!- el grito de alguno nos regresaba del trance del recuerdo hacia el momento actual para continuar viviéndolo en vivo y en este compañerismo que ahora nos unía de por vida.

Fuimos al árbol y nos subimos en él, oliendo la amarga marca que habían dejado los jaguares durante su estadía, junto con unas heces que fueron recolectadas para analizar los pequeños dientes que no habían sido digeridos y así poder ver qué tipos de presas estaban consumiendo.
Disfrutamos del árbol un poco más y luego nos bajamos para darnos un baño en esa selva inundada.
Fue un momento de regocijo hermoso, jugábamos como niños emocionados, como las mariposas que revoloteaban, como los peces que saltaban fuera del agua, era un momento de pura felicidad.

Nos montamos de nuevo en las canoas y empezamos el relajado camino de regreso, remando, felices… y al llegar a la estación flotante, como adrede, había açaí… ¿qué más podía pedir? Açaí con mañoco, tapioca y azúcar para llenar este momento con más cosas buenas y finalmente una actitud más relajada de Emiliano… realmente estaba feliz, y yo… bueno, como decía él, a punto de explotar. –No explotes- me decía antes, pero ahora era más –casi casi-
Nos montamos de nuevo en las lanchas rápidas y empezamos el camino de regreso a Tefé para ver miles de libélulas sobre el río, que en ese punto se mezclaba con las aguas oscuras; y para ver el hermoso atardecer del cual Emiliano me había hablado sobre el lago Tefé.


    

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Descargamos nuestras cosas, llegamos a la casa en moto taxi y luego de empezar a hacer un dibujo en una de las paredes salimos a celebrar. Ahí conocí a otro biólogo, Rafael, con quien hablé mucho en portugués. Conocí a otros amigos de Emiliano y completando con Ivanilson pasamos una noche de risas y burlas; bailé, hice muchos amigos, quizás desanimé a algún enamorado o dos y me hice amiga de dos chicas con quienes compartí toda la noche y me enseñaron a bailar.

Luego de esperar a que varias lluvias pasaran, terminamos detrás del bar atendiendo clientes y poniendo música; fue muy divertido y luego llegamos a la casa como a las 6 de mañana para completar el dibujo de “Fofa” que había empezado cuando llegamos de la reserva para recordar ese momento.





04/06/2016


No pude dormir bien por la luz del día que empezaba pero fue uno tranquilo; de siestas, dibujo, ver a los cachorros y serenidad. Fue un buen día, hablé con Emiliano bastante y me identifiqué mucho con su manera de pensar. El siempre tan respetuoso y distante.
Yo ayudaba en la casa porque era muy linda y el ambiente hermoso. Me gusta mucho nuestro equipo.

El día pasó lento y cuando estaba revisando las fotos y videos del viaje para escribir sobre mi día me di cuenta de lo hermoso que ha sido todo, de lo maravillosa que es mi vida, de lo feliz que soy, y ese sentimiento me invadió. Tuve que retirarme unos momentos para asumirlo y entregarme a esa emoción.

En la noche salimos a ver la lucha en el puerto. Una buenísima fue de Henderson (que pasaba los 40 años) contra Lombard que era muy fornido, al cual Henderson venció por knockout a codazos y luego cuando Bisping le quitó el título a Rockhold por knockout también, fue buenísimo, aunque entre esas, las demás peleas fueron un poquito lentas y me estaba durmiendo.
Luego de irnos, porque el que atendía el bar estaba un poco ebrio, fuimos a una casa que quedaba en una calle llena de gente y motos, muy dinámico, pero no estuvimos mucho tiempo y nos fuimos.



05/06/2016

Hoy me desperté tarde y un poco pensativa en las borboletas (mariposas) que ellas siempre están volando, pero cuando se posan cerca hay que disfrutarlas antes de que vuelen de nuevo porque no se sabe si se volverán a posar en el mismo lugar y cuando se van solo queda la saudade de su presencia y sus colores.

Saudade es un sentimiento afectivo, próximo a la melancolía o nostalgia, estimulado por la distancia de tiempo o espacio a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia. A menudo trae consigo el conocimiento reprimido de saber que aquello que se extraña quizás nunca volverá.
…Creo que me estoy empezando a identificar con ese sentimiento.

Nos metimos a la piscina después de comer… ¡que buen domingo! Hacía un sol rico y aguantábamos la respiración bajo el agua mirando hacia el cielo; yo estaba muy relajada.
Luego Emiliano se fue a jugar fútbol y yo decidí quedarme en la casa. Pinté de azul la pared de la cocina y continué el dibujo.



 Almorzamos tarde pero divino mientras escuchábamos jazz… que buen día… Continué el dibujo y le agregué a “fofinho” mientras Emiliano tocaba el cavaquinho y luego vimos una película.

En la noche salimos a escuchar samba pero cuando llegamos ya se había acabado la cerveza y, en consecuencia, la música. Por eso fuimos a comer perros calientes y hamburguesas en la calle junto a Pedro (quien estuvo viendo la lucha ayer con nosotros) que es muy simpático. Luego regresamos a la casa a descansar.


06/06/2016

Hoy preparé el desayuno algo rápido para que Emiliano saliera a trabajar y mientras terminábamos de comer comentamos lo bueno que fue el viaje y lo agradecidos que estábamos de tenernos como amigos.
Y me recordé de ir por las noches en moto alrededor de Tefé buscando algún lugar para pasar el rato; era muy gracioso porque parecíamos una pareja de bad boys (pero que éramos buenos compañeros) él, “el que habla con los jaguares” con su tatuaje y en su moto, y yo atrás con mi vestido (y shorts abajo como siempre) con mi apariencia diferente.
De verdad que lo disfruté mucho, y me di cuenta que Emiliano es muy selectivo con las personas que lo rodean (muy selectivo) no tiene paciencia para la gente (y se le nota cuando trata de controlarse y ser paciente jajaja) lo cual me hace sentir muy afortunada cuando dentro de su parquedad me decía cosas como:
-Si tu estas entretenida yo soy feliz-
-Eres una buena amiga Karen Brewer-
Muy agradecida me siento. Es una mezcla de emociones ahora, ya que me voy mañana y voy a tener mucha saudade de la casa, de los perros, de la selva, de la gente, las experiencias, de las ganas de hacer cosas bonitas en la casa (porque  realmente provoca) y de Emiliano porque ha sido un caballero conmigo y se lo agradezco mucho.

Hoy terminé el dibujo y realmente gustó. 



Emiliano volvió a salir y yo me quedé limpiando la piscina; me divertía viendo los diferentes insectos que habían caído en ella, y daba vueltas para crear una corriente en la piscina circular cuando llegó de nuevo con algo especial: Açaí.
No es la primera vez que me lee la mente, porque realmente hace 2 minutos antes de su llegada tenía un antojo de açaí… y como él dijo
-Yo te estoy leyendo la mente desde que te conocí Karen Brewer-
¡Y es cierto! La ha atinado varias veces sin darme cuenta.

Intenté llamar a mi casa y logré comunicarme con mis papás

Luego vimos los videos del 3 de junio cuando presenciamos aquella escena maternal.

Estábamos realmente felices y emocionados. Comimos chocolate y luego Emiliano tocó el cavaquinho, que es un instrumento de cuerdas, con el cual cantó “nomes de favela” y le agradecí, una vez más por lo bien que me había tratado. Me dijo que yo me merecía que me trataran así porque que yo a él lo había tratado muy bien .Yo le dije que se merecía muchas cosas buenas y continuó tocando su cavaquinho caminando por la casa y por el jardín en una escena hermosa, como de un sueño.

Empezamos a cantar juntos “minha missão” que es un tema musical que nos acompañó en nuestro viaje y llegó Wezddy para ver los videos. Compartimos fotos y también vino el señor que conocí en el puerto antes de salir hacia la reserva, el día de mi cumpleaños, que casualmente él cumplía un día antes que yo. Llegó Ivanilson y les gustó el dibujo; también llegaron unos niñitos a ver a los cachorros. En ese momento no había luz y pusimos las linternas apuntando hacia el techo, bañando la casa con una luz diferente e interesante. Comí feijoada del almuerzo que había preparado Silene Pfff!... ¡qué bueno!
Y así, con música, terminó otro día hermoso en el paraíso.



07/06/2016

Hoy el día empezó de manera maravillosa porque Emiliano me dio un abrazo, y no sólo eso, sino que casi lo empezó él, de verdad me sorprendió y luego me dio un beso en la frente. Fue muy lindo, es uno de los gestos de cariño más resaltantes que hemos tenido y, aunque me hubiera encantado detener el tiempo en ese abrazo poco común, no pudo ser mejor.
Comimos esas riquísimas tortillas de tapioca con queso junto con Ivanilson y hablamos sobre más proyectos buenos que vienen a futuro.

Ya recogiendo mis maletas empiezo a caer en cuenta, pero no lo quiero pensar mucho y recuerdo que soy como una borboleta y que ya llega mi momento de volar de nuevo.

Emiliano salió al trabajo y yo recogía mis cosas de la casa y todos los recuerdos me quieren arrollar pero trato de no pensar en eso para no ponerme sentimental; y una vez que estuvo lista mi maleta se senté en el sofá volteando hacia la entrada cada vez que escuchaba una moto deseando, y a la vez no, que fuera Emiliano.

Emiliano llegó para llevarme al aeropuerto en el carro en el que me buscó el primer día, que se le cierran solas las ventanas y que no tiene agarradera del lado de adentro de mi puerta.
Paseamos por las calles de día, viendo las estaciones de gasolina que yo usaba de referencia cuando salíamos de noche.
Llegamos al aeropuerto y me tomé un Guaraná mientras él tomaba soda con limón (que me gusta tomar desde pequeña) contándome sobre los procedimientos y el papeleo para ir a la reserva, hablamos bastante, nos reíamos, le dije que era un buen hombre y me dijo que eso se lo decía su mamá (y recuerdo el primer día en su casa, cuando canté, que me comentó que su mamá hacía lo mismo).

Ya terminando mi Guaraná llegó la hora de irme y en la puerta hacia el embarque tocó la despedida. Un buen abrazo, diciéndome que no llorara (aunque no lo estaba haciendo) sino en el avión y que aquí teníamos una gran amistad para toda la vida. Nos dimos un beso en el cachete, un poco más cariñoso que el que se dan dos conocidos.

Mientras yo esperaba que chequearan mi boleto de abordaje, lo veía irse por el reflejo de la puerta de vidrio que estaba frente a mí… y si volteó a verme por última vez o no, no lo sabré, porque ahora me doy cuenta de que yo tampoco lo hice.

La melancolía y la saudade querían invadirme en esa sala de espera, pero me movía para no dejar que me alcanzara el pensamiento. Llegó el avión y lo abordé con un vacío en el pecho que trataba de disimular.

Despegamos y me quedé con las ganas de aquellas golosinas saladas livianas que comí cuando aún no sabía el maravilloso viaje que me esperaba. Cuando aterrizamos fui al baño y, una vez más, vi a mi maleta amarilla dando vueltas solita, con un asa rota esta vez… que buenos momentos hemos compartido.

Esperé a Henrique mientras aprovechaba para comunicarme y expresarle a mis amigos lo importante que había sido este viaje.

Llegó Henrique y le conté un poco sobre lo que había visto; él estaba un poquito cansado y fuimos a la casa a descansar.
Yo finalmente terminé de leer Canaima, nombre que Emiliano le quiere poner a la próxima onça pintada melánica...

Y me puse a pensar en él.

Obviamente la pasé increíble conviviendo con él. Nos entendimos mucho, él me leía la mente y me consentía con detalles, cantábamos, reíamos, ayudábamos en la casa porque provocaba hacerla un hogar, para llenarla de ilusiones, de ideas maravillosas, quizás hasta pensé en un futuro…
Pero por qué voy a atormentar mi cabeza con cosas que sé que no pueden ser.
Mi corazón un poquito dolido lo sabe… y él también sabe que somos espíritus aventureros. Y yo sé que haría sufrir a alguien que quiera compartir su tiempo conmigo porque no se quedarme tranquila, aunque quien sabe si en un futuro las cosas cambien…
Por ahora trato de no ilusionarme, trato de hacerle entender al corazón que no se apegue, que las cosas cambian (y en mi caso muy rápido) y que debo disfrutar de cada segundo porque ya no existirá más.

Este sentimiento que me ha acompañado por años una vez más sale a relucir y me resigno con él.

 Henrique y yo salimos esa noche al Shopping a cenar y hablamos sobre las cosas que hacía, su estudio sobre marsupiales (algunos acuáticos muy interesantes) y que él se había quedado en Manaus porque le gustó mucho, luego fuimos a la casa y seguí pensativa, hablando con mis amigos, hasta que me convencí que debía dormir.



08/06/2016

Me desperté a las 3 de la mañana y no pude dormir más. Me bañé, limpié la cocina (para dejar un detalle agradable de mi estadía) y luego toqué la puerta del cuarto de Henrique para despertarlo porque ya era hora. Salimos al aeropuerto y casi no cruzamos palabras, ya sea por el despertar y la preocupación de Henrique por la situación del país y por mis sentimientos que querían salir a borbotones. Me dijo que no me preocupara, que él también era así, y que por eso él se había mudado para allá.
-¡no me des ideas!- le volvía a repetir, riendo un poco.

Nos despedimos cariñosamente y continué mi camino.
Pagué el impuesto de salida y conocí a unos norteamericanos simpáticos que habían ido a conocer Amazonas y compartimos el mismo sentido del humor con respecto a las preocupaciones de ser víctimas del tráfico de órganos.
Pasamos a la sala de espera (y me quitaron mis repelentes, ¡qué mal!) y luego abordé el avión; aún con los sentimientos queriendo escapar.
Leí Doña Bárbara en el avión, no queriendo leer mi diario mientras espero a que las aguas se calmen un poco dentro de mí. Fue un vuelo largo, pero el chico que atendía en el avión fue muy simpático conmigo.

Aterrizamos en Barcelona y de nuevo aquí estoy, donde empezó todo, donde hace unos días leía Canaima y no sabía que iba a pasar. Casi veo a mi fantasma nervioso, a la expectativa, recorriendo el aeropuerto y, de ser posible, le diría:
-No te preocupes, todo va a estar bien; eso sí, no hay manera de prepararte para esto… lo más hermoso que te va a ocurrir. Te quiero y admiro tu valentía, y ¿sabes qué? Qué buena decisión has tomado, pero no te adelantaré más nada. Que todo sea sorpresa, porque así es magnífico.

Continué mi eterna espera en el aeropuerto leyendo Doña Bárbara hasta que dos personas muy agradables empezaron a hablar conmigo.

Eran Rosa y Carlos de Caracas, con quienes sostuve una larga y amena conversación, incluso me regalaron unos Pirulín que me hicieron llorar de felicidad. Apreciaban mucho el trabajo de mi papá y ahora el mío.

Ellos fueron a chequear sus pasajes y, luego de enterarme que debía recoger mi maleta (nadie me había dicho) un chico amable de la agencia que casualmente era el encargado y pasaba por ahí cuando yo preguntaba por mi maleta, la había llevado al avión.

Así, me despedí de ese lugar maravilloso, de la inmensa cantidad de personas increíbles que conocí, y de muchas cosas que no conocía de mi misma. El primer viaje sola. Y no pudo ser mejor. Y me recuerdo de una anécdota que siempre cuenta mi papá y que lo entiendo perfectamente:
Un día le preguntaron:
-Charles ¿y cuándo fue que regresaste de la selva?-
A lo que él respondió muy seriamente –yo nunca regresé-

Y así me siento yo ahora, aunque ahora físicamente estoy en otro lugar, un gran pedazo de mi se quedó en Tefé.





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