31 de Marzo
Llegamos al campamento Orinoquia Lodge en
Puerto Ayacucho, un campamento muy bonito cerca del Río Orinoco, con cabañas de
techo de palma y un ambiente selvático; pasamos una noche preparándonos para el
viaje del día siguiente; todo era una sorpresa porque no sabíamos cual era el
plan sino hasta que ya era hora de movilizarnos.
1 de Abril
Al día siguiente salimos hasta el puerto,
donde habían algunas curiaras y barquitos; nos montamos en un bongo y zarpamos
hacia San Fernando de Atabapo. Mientras pasaban las dos horas que tomó el viaje
yo me recordaba de lo que había leído sobre Funes “El terror del Amazonas”,
quien el 8 de mayo de 1913 toma por asalto la casa del gobernador de San
Fernando de Atabapo Roberto Pulido y lo asesina, junto con su esposa y sus
seguidores, para tomar el control de las riquezas de la región que eran el
caucho, el batalá y la sarrapia; pero su masacre duró 8 años hasta que el 31 de
enero de 1921 fue fusilado por Emilio Arévalo Cedeño. José Eustasio Rivera describiría a Funes en su
novela La vorágine como un"bandido que debe más de seiscientas muertes. Puros racionales,
porque a los indios no se les lleva el número"
Teniendo esta historia en mente llegamos
a San Fernando de Atabapo, pero no nos bajamos en el pueblo.
Llegamos a un barco bellísimo, parecía de película, tenía cambures colgando por fuera, cestas indígenas llenas de verduras, colores llamativos y después de observarlo casi boquiabiertos lo abordamos.
Nos recibió el capitán (que conocía a mi papá desde hace tiempo) su familia y la tripulación, todos muy simpáticos. Almorzamos y nos bajamos en la playita donde estaba el barco amarrado, la arena era casi blanca y reflejaba mucha radiación, papá y yo paseamos un poco revisando qué cosas habían llegado a la orilla. Encontramos que habían varios tipos de semillas y entre ellas pudimos distinguir las de manaca (que es una palma comestible), algunas conchas vacías de caracoles, y algunas ramas de un árbol al que llaman palo de boya ya que era extrañamente ligero y flotaba muy bien.
Llegamos a un barco bellísimo, parecía de película, tenía cambures colgando por fuera, cestas indígenas llenas de verduras, colores llamativos y después de observarlo casi boquiabiertos lo abordamos.
Nos recibió el capitán (que conocía a mi papá desde hace tiempo) su familia y la tripulación, todos muy simpáticos. Almorzamos y nos bajamos en la playita donde estaba el barco amarrado, la arena era casi blanca y reflejaba mucha radiación, papá y yo paseamos un poco revisando qué cosas habían llegado a la orilla. Encontramos que habían varios tipos de semillas y entre ellas pudimos distinguir las de manaca (que es una palma comestible), algunas conchas vacías de caracoles, y algunas ramas de un árbol al que llaman palo de boya ya que era extrañamente ligero y flotaba muy bien.
Salimos en una voladora (lancha)
navegando por el río Atabapo. La vegetación carecía de verdes, el agua era muy
oscura, casi negra, la arena era blanca y el cielo estaba nublado, el paisaje
parecía estar en escala de grises, desaturado.
Luego de pasear un rato empecé a ver lo
que parecían unas “casitas” flotando sobre el río, pero en realidad eran unas
balsas que se utilizaban para extraer oro del río. Continuamos navegando viendo
los paisajes y de regreso se nos hizo de noche. El agua parecía una tela de
seda gigante ondulante que casi ya no se veía en la oscuridad.
Regresamos hacia el barco, del que apenas
se veía la luz titilante a lo lejos y luego de abordarlo cenamos muy rico.
Las estrellas se veían muy brillantes pero borrosas, como si estuvieran detrás de un papel cebolla delgado.
Las estrellas se veían muy brillantes pero borrosas, como si estuvieran detrás de un papel cebolla delgado.
2 de Abril
A la mañana siguiente nos alistamos y
fuimos a San Fernando de Atabapo, tierra de comercio del caucho, la sarrapia y
el batalá. Papá estaba emocionado porque era la primera vez que iba y había leído
mucho sobre su historia. Llegamos a la laja de piedra que sirve de puerto y nos
dirigimos hacia el pueblo. Hacía calor, caminamos hasta llegar a las calles y
empezamos a ver árboles gigantes de mango, jobo, samanes, moriche, manaca,
pijigüao y otros árboles característicos de la selva Amazónica.
Las casas eran de un solo piso y fuimos
hasta el lugar donde estaba la casa que perteneció a Ramón Pulido, luego a
Funes y que luego fue demolida para hacer una casa de la gobernación. Todo el
pueblo estaba lleno de historia, los árboles eran tan grandes que sabíamos que
habían sido testigos de todo lo que había ocurrido. Paseamos hablando con la
gente, viendo lo que hacían, observando las plantas que estaban ahí y preguntando
cómo eran usadas por los residentes.
Es época de manaca o açaí, sus frutos
tienen un valor nutricional muy alto y se consume en forma de bebidas, dulces y
helados, es muy rica y de color morado. De esa palma también se extrae el
palmito que se procesa como encurtido para ensaladas. Tenía mucha curiosidad de
probar el helado que preparaban en una de las casas del pueblo pero aún no
estaba listo.
Después de pasear por el pueblo y de
comer la fruta de una enredadera llamada Cundiamor nos fuimos en moto hasta la
laja de piedra que hace de puerto y de ahí nos regresamos hacia el barco, donde
nos informaron nuestro próximo destino: vamos hacia Colombia.
Nos detuvimos en el punto de control
fronterizo, donde abordaron el barco los militares con sus uniformes bien
presentados para hacer una revisión de los tripulantes, identificaciones,
equipaje y vieron uno de mis mapas, les llamó mucho la atención ya que estaba
muy detallado, les comenté que lo había escrito mi papá y se los regalé, les
enseñamos el libro de supervivencia en selva y se emocionaron con todos los
recursos que señalaba. Se tomaron una foto con nosotros y nos dieron permiso
para continuar.
Después de pasar el punto de control fronterizo a las 11:54
am nos fuimos por el río Guaviare, que es muy diferente del Atabapo ya que el
agua es de color marrón y la vegetación era mucho mas verdosa, abundante y
frondosa, vimos muchas palmas enormes y otros árboles que le daban vida a la
orilla del río.
Cuando eran las 2:30pm nos abordaron tres
militares que llegaron en una curiara y papá me dijo en voz baja “así son los
asaltos de la guerrilla” inevitablemente mi corazón empezó a acelerarse. Me
llamó la atención que no tenían el mismo uniforme que los que tenían los
militares del punto de control fronterizo. No entendía muy bien la situación
porque no nos pidieron los papeles, recorrían el barco y decían que eran del
ejército Colombiano (aunque eran muy jóvenes, parecían de 17, 18 años) y que
era una inspección de rutina; ahí papá les dijo: sí, ya nos están esperando en
el puerto, acabamos de pasar el punto de control y nos están esperando. Ahí
cambió un poco la situación y nos pidieron que los lleváramos a la orilla, pero
en silencio todos pensábamos en otra opción que no fuera acercar el barco al
borde de la selva. A continuación ocurrió una serie de eventos extraños que no
comprendí muy bien (ya que nos pidieron que nos quedáramos en el piso superior
del barco). Encallamos en el medio del río y dos de los uniformados (poco
presentables) se montaron en una de las lanchas rápidas que pertenecían al
barco y se fueron hacia la orilla, pero se quedaron varados en el medio del
agua porque no sabían bien cómo manejar la lancha (extraño) Logramos dar la
vuelta para auxiliar a los varados y luego uno de nuestra tripulación los llevó
a todos a la orilla. Logramos relajarnos luego de pasar unos momentos tensos y
confusos para continuar nuestro viaje y disfrutar de todo lo que nos rodeaba.
Pasamos la confluencia del río Guaviare
con el río Inírida y papá se emocionó mucho por estar ahí conmigo ya que nunca había estado ahí.
El río Inírida es negro y turbio, no
transparente como el río Atabapo y pero no tan turbio como el Guaviare; a las
3:45pm empezamos a ver el puerto Inírida por el codo del río.
La cantidad de barcos, bongos, curiaras y
demás medios acuáticos que iban apareciendo nos indicaron que puerto Inírida tenía
gran actividad comercial.
Nos detuvimos entre los barcos que traían
casabe, pescado salado, cambures, plátanos, carros, tractores y muchas cosas
más.
Nos bajamos a recorrer el pueblo; hacía
mucho calor pero nos divertía lo dinámico que era, había un olor a jazmín en el
aire, los mercaditos estaban rebosantes de diferentes productos selváticos,
había mucha actividad para lo apartado que estaba, nos comimos un raspado y
dimos un paseo rápido.
Ya era hora de regresarnos al barco y
estábamos bajando hacia el puerto cuando un atardecer bellísimo bañaba los
barcos con su luz e hizo que nos detuviéramos por unos segundos.
Cuando llegamos al barco esa noche se
apagó la planta eléctrica por unos minutos; que suerte, el cielo estaba
cubierto de estrellas hasta donde alcanzaba la vista, era inmenso y vi una
estrella fugaz; estaba muy feliz porque muy pocas veces nos detenemos para
disfrutar este tipo de cosas.
3 de Abril
Al amanecer nos dimos cuenta que no
estábamos solos en esa playa; compartiendo esa pequeña isla en la que estaba
amarrado nuestro barco se encontraban unos indios de la etnia Puinave.
Papá empezó a hablar con ellos y les
enseñó el libro de supervivencia en selva que escribió mientras ellos señalaban
los árboles y palmas que también usaban. Nos dieron a probar el seje (palma
cuyos frutos tienen un alto valor nutricional) con mañoco (derivado de la yuca)
y estaba muy bueno. Estaban ahumando pescado, se les veía un resplandor dorado;
ésta una técnica se usa para que el pescado dure más tiempo sin echarse a
perder y esto en la selva es importante porque no sabes cuando será la próxima
vez que encuentres comida.
Navegamos hasta llegar a otra playa que
estaba un poco más alejada del pueblo y ahí papá y yo nos bajamos para ver que
había en la selva, pero caminando hacia desde la playa a la pared de árboles
nos dimos cuenta de algo muy curioso: la arena sonaba! Emitía un sonido
parecido al de una rana cantando (croac) cuando caminabas o la movías, que
interesante.
Llegamos al borde de la selva buscando
palos y hojas secas para encender fuego con una técnica que mi papá ha ido
perfeccionando con los años que consiste en un arco que hace girar un eje sobre
una tablilla de madera y de ésta se desprende un aserrín muy menudo y encendido
que al ser alimentado genera fuego. Estábamos buscando materiales para
alimentar el aserrín encendido cuando vi un panal de avispas abandonado, son
muy buenos para conservar la llama porque arden lento; hacía mucho calor, me
sentía como en los programas de supervivencia donde la gente está sofocada por
el calor en la selva y los mosquitos, tal cual, sudábamos mucho, me pasé la mano por la nuca sacudiéndome
algo que me quería picar sin pensar que los panales tienen una sustancia
irritante que aleja a los depredadores; la sensación era como si tuviera un
collar hecho de pelos, muy desagradable
tuve que ir a bañarme y tomarme un antihistamínico (antialérgico) para
que se me quitara.
Papá y yo nos preparamos para bañarnos
(claro, del lado del barco donde el agua no se arremolina) y saltando del barco
hacia el agua oscura no nos dimos cuenta que el fondo estaba más cerca de lo
pensado y ambos nos lastimamos los tobillos, pero que baño tan bueno! El agua
estaba tibia, muy agradable, pero de repente vimos que el resto del equipo iba
a salir a puerto Inírida… espérennos! Queremos ir!! Y nos montamos en una voladora (lancha pequeña) para ir
desde la playita donde estaba el barco hasta Puerto Inírida de nuevo.
Como iba a ser una visita rápida no me
llevé el impermeable
Qué bello el pueblo! Aunque hacía mucho
calor, era muy colorido y lindo. Paseamos un rato mientras pedían los permisos
de zarpe y nos detuvimos en una pastelería que tenía todos los pancitos dulces
que podíamos imaginar: pan dulce con dulce de leche, con coco, con queso, con
guayaba, con manzana y canela, habían demasiados! yo los quería probar todos
pero sólo probé la galleta de avena con melaza, el pan con coco, el pan dulce
(que tenía dulce de leche), unos polvorones, jugo de parchita, un jugo de lulo
que estaba muy rico, en fin! Comimos divino, me sentí excelente. Luego pasamos
un puesto de frutas que tenía frutas que ni yo misma conocía y era muy interesante
ver tanta variedad ya que a éste lugar sólo llegan las cosas por avión o por
río.
Continuamos paseando y en una ferretería
compramos un tobo para aceitunas que tiene tapa y cierra hermético, muy útil.
Salimos porque ya se estaba haciendo de noche y caminando
hacia el puerto vimos lo que nos esperaba: entre nosotros y el barco había una
nube enorme muy oscura de la cual salía una pared de agua densa. Empezaban a
caernos algunas gotas de aquella tormenta que se acercaba y menos mal que
habíamos comprado el tobo, pues metimos todas las cosas ahí. Lamenté no haber
agarrado mi impermeable, pero rápidamente nos montamos en la voladora y arrancamos
hacia la pared de agua a toda velocidad.
Las gotas se sentían como pequeñas agujas
por la velocidad a la que íbamos, no podíamos ver hacia delante porque nos
caían en los ojos y nos hacía daño, el cielo se iba oscureciendo pero de vez en
cuando se veía el resplandor de los relámpagos a una distancia cada vez menor.
Llegamos al barco de noche bajo un
aguacero, una fuerte tormenta con rayos cayendo muy seguido y cada vez más
cerca. Algunos trataban de sacarle el agua a las voladoras para que no se
hundieran, pero la cercanía de los rayos hizo que tomáramos refugio. Tratamos
de armar unas lámparas de malla para poder filmar pero era imposible! El viento
hacía que el agua se metiera dentro del barco y los rayos no dejaban de caer
estruendosamente.
Ya había llovido más de tres horas sin
parar y los rayos caían al lado del barco… no… literalmente al lado… hubo un rayo que cayó en la playa donde
estaba el barco amarrado. Algo
curioso que me ocurrió es que no había tenido señal telefónica pero bajo la
tormenta si tuve. Cuando cenamos estaba cesando la intensidad de la lluvia y
con ese sonido del agua cayendo en el río nos fuimos a dormir.
4 de Abril
Abrí los ojos en la mañana para recibir
una grata sorpresa, había un amanecer con un rojo muy intenso y bonito.
Desperté a papá y fuimos a hacer fotos mientras un Gabán nos veía desde un árbol cercano.
Desperté a papá y fuimos a hacer fotos mientras un Gabán nos veía desde un árbol cercano.
Salimos de Puerto Inírida a las 8:30 am hacia
San Fernando de Atabapo, nos tardamos dos horas en llegar y llegando al puerto
nos recibieron unos perros de agua y un grupo de toninas que nos siguieron
hasta la playita de arena blanca donde habíamos estado tres días atrás.
Las toninas se quedaron cerca del barco mientras los niños
que estaban en el barco se bañaban , son muy curiosas y nosotros nos fuimos en
una voladora hasta el pueblo de San Fernando de Atabapo porque queríamos ver la
razón por la cual Funes había causado terror en esas tierras: el caucho.
En el pueblo nos montamos en unas motos y
nos dirigimos hacia los sembradíos de árboles de caucho; pasamos algunas partes
con arena donde la moto se coleaba pero llegamos bien; el señor encargado de la
recolección nos mostró cómo se cortaba la corteza del árbol para que éste
liberara el valioso látex sin causarle la muerte al árbol, el corte no puede
darle la vuelta completa a la corteza, solo se expone una línea delgada debajo
de las cicatrices de cosechas pasadas. El látex comienza a fluir y cae una gota
cada tres segundos. Cada tres horas se pueden recolectar de 300 a 500cc de
látex por árbol; se “sangran” de 2500 a 3000 árboles y se producen de 250 a 300
litros diarios, pero en verano se hace mantenimiento para dejar que el árbol
cicatrice y llevar un control de cuánto se consume al año del árbol (en
promedio 12cm).
Este látex se lleva a una casa donde se
le aplica ácido fórmico que actúa como coagulante (antes se coagulaba el látex
ahumándolo) que reducen tres litros a 1,2 litros. Aquí el látex luce como una
lámina de 5mm de espesor muy resistente que se enrolla hasta formar un bloque
llamado “bala” que se vende a las compañías que lo procesan dependiendo del
producto que vayan a fabricar, como cabezas de muñecas o suelas de zapatos.
Además del látex otro producto importante de comercio era la
Sarrapia que, al ser sumergida en ron, suelta unos cristales que se usan para
fijar perfumes, darle olor al tabaco y a los chocolates.
Nos devolvimos en las motos de nuevo
hacia el pueblo, y pasando por la parte con arena vimos algo sobre las huellas
de nuestras ruedas que hizo que todos los hombres que nos llevaban se vieran
entre ellos con un poco de miedo: eran las huellas de un jaguar muy grande, que
pasó justo detrás de nosotros, y no sólo eso… eran dos! Uno mas pequeño que el
otro y en partes diferentes del camino, que emocionante.
Nos devolvimos al barco y zarpamos de San
Fernando de Atabapo vía Puerto Ayacucho, jugué un poco con el gato que estaba a
bordo, papá hizo fuego con las cosas que recolectamos en la playa y mientras
íbamos navegando nos quedamos atascados en un banco de arena que había en la
mitad del Orinoco pero logramos salir después de retroceder varias veces aunque
más adelante volvimos a quedarnos atascados y tardamos un poco en salir. Se nos
hizo de noche y tuvimos que detenernos en una playa a dormir.
5 de Abril
Nos levantamos muy temprano para salir y
mientras navegábamos vimos miles y miles de Ephemeropteras volando sobre el
río; éstos son unos insectos parecidos a una maripositas pequeñas que viven muy
poco tiempo como adultos y se juntan en grandes cantidades para procrear y
luego morir.
El día estaba muy lindo, soleado, papá me cuenta que por éste
río pasó el Tirano Aguirre, también llamado el loco Aguirre fue un
explorador español y conquistador de Sudamérica. Fue uno de los
hombres que participó en la expedición que hizo Pedro de Ursúa en busca del
Dorado y cuando venía bajando por el Amazonas en 1561 se sublevó y lo mató
junto a muchas personas para proclamarse líder. Lope de Aguirre quería revelarse
contra el Rey de España, regresarse a Perú y tomarlo. Viajó desde Perú hasta
margarita y la mayoría de las personas piensan que bajó por el Amazonas y salió
al mar pero se ha determinado que subió por el río negro y por el Casiquiare
hasta el Orinoco, pasó frente a San Fernando de Atabapo y salió por el Orinoco
hacia margarita donde mató a muchas personas y luego, el mismo año, al saber
que era traicionado por algunos solados y que iba a ser ajusticiado por
revelarse contra el Rey asesinó a su hija e hizo que sus soldados le dieran
muerte antes de caer en manos de las autoridades.
Pasamos al lado de isla Ratón y de la boca del Sipapo en
nuestro camino de regreso.
Llegamos a Puerto Ayacucho a las 3:30pm,
y fuimos de nuevo al campamento Orinoquia, tenemos un poco de mareo del barco,
que curioso, nos dio en tierra firme, pero no en el barco cuando nos montamos
al principio del viaje. Me dieron un pedazo de carne en la cocina para ir a
pescar, pero no logré atrapar nada.
Pasamos la noche ahí y a la mañana
siguiente, antes de salir hacia Caracas paseamos el capitán del barco y su
familia por los mercaditos del lugar donde vimos mucha actividad. Vendían
mañoco, seje, pijigüao, ají tornillo, katara, mapuey morado y muchas otras
cosas. Me gustó mucho ver la cantidad de alimentos que se encuentran en la
selva, son muy interesantes y diversos.
Este viaje fue muy enriquecedor, recorriendo grandes ríos en
barco por donde pasaron grandes personajes de la historia, viendo la selva, y
compartir esta experiencia con mi papá fue realmente emocionante y
enriquecedor.
Fotos por Charles Brewer-Carias
Fotos por Charles Brewer-Carias
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